martes, 26 de marzo de 2019

Poderoso caballero es don Dinero


 Poderoso caballero es don Dinero

Sigue la letrilla más popular de Quevedo, puesta en boca de una joven que elogia a este caballero aventajado como pretendiente ante su madre. Es obra de juventud.

Murillo, Mujeres en la ventana, Galería Nacional de Washington

Madre1, yo al oro me humillo,
él es mi amante y mi amado,
pues de puro enamorado
de contino anda amarillo2,
que, pues doblón o sencillo3,                                         5
hace todo cuanto quiero,
poderoso caballero
es don Dinero.

Nace en las Indias honrado,
donde el mundo le acompaña;                                        10
viene a morir en España,
y es en Génova enterrado4,
y pues quien le trae al lado
es hermoso, aunque sea fiero5,
poderoso caballero                                                         15
es don Dinero.

Es galán y es como un oro6,
tiene quebrado el color,
persona de gran valor,
tan cristiano como moro,                                                20
pues que da y quita el decoro
y quebranta cualquier fuero7,
poderoso caballero
es don Dinero.

Son sus padres principales8,                                            25
y es de nobles descendiente,
porque en las venas de Oriente
todas las sangres son reales9:
y pues es quien hace iguales
al duque y al ganadero,                                                   30
poderoso caballero
es don Dinero.

Mas ¿a quién no maravilla
ver en su gloria sin tasa10,
que es lo menos de su casa                                             35
doña Blanca de Castilla11?
Pero pues da al bajo silla12
 y al cobarde hace guerrero,
poderoso caballero
es don Dinero.    
                                                                                        40
Sus escudos13 de armas nobles
son siempre tan principales,
que sin sus escudos reales
no hay escudos de armas dobles;
y pues a los mismos robles                                              45
da codicia su minero14,
poderoso caballero
es don Dinero.

Por importar en los tratos
y dar tan buenos consejos                                               50
en las casas de los viejos
gatos le guardan de gatos15;
y pues él rompe recatos16
y ablanda al juez más severo,
poderoso caballero                                                         55
es don Dinero.

Y es tanta su majestad
(aunque son sus duelos hartos)
que con haberle hecho cuartos17
no pierde su autoridad.                                                   60
Pero pues da calidad
al noble y al pordiosero,
poderoso caballero
es don Dinero.

Nunca vi damas ingratas                                                 65
a su gusto y afición
que a las caras de un doblón18
hacen sus caras baratas;
y pues las hace bravatas19
desde una bolsa de cuero,                                                70
poderoso caballero
es don Dinero.

Más valen en cualquier tierra,
(mirad si es harto sagaz),
sus escudos en la paz                                                      75
que rodelas20 en la guerra;
y pues al pobre le entierra
y hace propio al forastero,
poderoso caballero
es don Dinero.                                                               
80

1Madre: la letrilla se pone en boca de una joven que expone a su madre todas las ventajas de su galán don Dinero frente a otros pretendientes.   2de contino anda amarillo: continuamente está amarillento, como los enfermos de amor y como el propio oro.   3doblón o sencillo: el doblón era una moneda que doblaba el valor del escudo, pero en oposición a sencillo adquiere también el matiz de “complicado” o “con dobleces”.  4nace en las Indias... y es en Génova enterrado: el metal precioso se extraía de las minas americanas y de España pasaba rápidamente a las arcas de los banqueros genoveses con los que los monarcas tenían contraída una enorme deuda.  5fiero: feo, horrible.  6es como un oro: en sentido figurado, muy pulcro, aunque pueda entenderse además en sentido literal.   7quebranta cualquier fuero: no respeta ley alguna.  8son sus padres principales: ser persona principal significaba ser de rancio abolengo, es decir, de buena familia.   9en las venas... son reales: juega en esta metáfora con la similitud entre el color del sol y el del oro. 10sin tasa: sin medida.   11que es lo menos... Blanca de Castilla: doña Blanca era hija de Alfonso VIII de Castilla y luego fue esposa y madre de dos importantes reyes de Francia en el siglo XIII; pero una blanca era además la moneda de menor valor  (estar sin blanca).  12pues da al bajo silla: aluden estos versos a la posibilidad de que cualquier advenedizo enriquecido comprara una silla, esto es, un cargo en la administración puesto en subasta para paliar la maltrecha hacienda pública. 13escudos: monedas de oro de bastante valor, aunque se refiere a la vez a los blasones o escudos de armas, símbolos de la nobleza, cuya venta critica.  14a los robles... su minero: su origen y linaje lo envidian incluso los más enraizados robles. 15gatos le guardan de gatos: con la piel de los felinos se hacían bolsas o gatos donde se guardaba el dinero, objeto de deseo de los rateros.   16él rompe recatos: acaba con el pudor de las mujeres que se rinden ante él.  17haberle hecho cuartos: se hacían cuartos de las reses para su consumo, y de los criminales para su castigo y escarmiento público; por otra parte, un cuarto era la cuarta parte de un real, que a su vez era la doceava parte de un escudo.  18a las caras... baratas: a la vista de las caras de un doblón, las damas más preciosas se venden.  19las hace bravatas: las hace arrogantes.   20rodelas: escudos de guerra pequeños y redondos.

lunes, 18 de marzo de 2019

Ande yo caliente...


...y ríase la gente.  A partir de este refrán popular Góngora desarrolla una letrilla en la que reformula el beatus ille. Frente al idealismo de otras versiones como la de fray Luis de León, aquí destaca la enumeración elogiosa de los placeres de la sencilla vida de aldea vinculados al buen comer (mantequillas y pan tierno, v.1; naranjada y aguardiente, v. 8; morcilla, v.14; bellotas y castañas, v. 20; etc.). 


              Ándeme yo caliente, y ríase la gente

Traten otros del gobierno
del mundo y sus monarquías,
mientras gobiernan mis días                                            5
mantequillas y pan tierno,
y las mañanas de invierno
naranjada1 y aguardiente,
y ríase la gente.

Coma en dorada vajilla                                                   10
el príncipe mil cuidados
como píldoras dorados,
que yo en mi pobre mesilla
quiero más2 una morcilla
que en el asador reviente,                                                15
y ríase la gente.

Cuando cubra las montañas
de plata y nieve el enero,
tenga yo lleno el brasero
de bellotas y castañas,                                                     20
y quien las dulces patrañas
del Rey que rabió me cuente3,
y ríase la gente.

Busque muy en hora buena
el mercader nuevos soles4;                                              25
yo conchas y caracoles
entre la menuda arena,
escuchando a Filomena5
sobre el chopo de la fuente,
y ríase la gente.                                                               30

Pase a media noche el mar
y arda en amorosa llama
Leandro por ver su dama6;
que yo más quiero pasar
del golfo de mi lagar                                                       35
la blanca o roja corriente7,
y ríase la gente.

Pues Amor es tan cruel,
que de Píramo y su amada
hace tálamo una espada,                                                 40
do se junten ella y él8,
sea mi Tisbe un pastel,
y la espada sea mi diente,
y ríase la gente.

1naranjada: confitura de naranja.  2quiero más: prefiero   3Rey que rabió: personaje de la tradición oral.
4nuevos soles: nuevos países.  5Filomena: el ruiseñor. 6Leandro cruzaba el mar todas las noches para encontrarse con su amada Hero; sobre su trágica historia de amor (uno se ahogó y la otra se arrojó de un monte al saberlo) escribieron Boscán, Garcilaso y el mismo Góngora, entre otros. 7la blanca o roja corriente: el vino tinto o blanco, que prefiere pasar, es decir, tragar. 8La historia de Píramo y Tisbe inaugura la tradición de los amantes desdichados, sólo unidos por la muerte, que ejerce de lecho nupcial (tálamo); Píramo se mató cuando creyó muerta a Tisbe y ésta hizo lo propio ante el cadáver de su amado. 

sábado, 16 de marzo de 2019

Ruta literaria por el Madrid histórico (III): desde la plaza de Matute a las Trinitarias

Desde la plaza de Matute reanudamos esta ruta que nos llevará a internarnos en la parte baja del barrio de las Letras, de las Musas o de Huertas. Por esta última calle comenzamos el descenso, deteniéndonos a leer las placas instaladas por el ayuntamiento a los escritores que en las cercanías vivieron, como el primer Nobel de Literatura en lengua española, José Echegaray, también destacado político, economista y matemático. Se le concedió el galardón en 1904, compartido con el francés Frédéric Mistral, poeta en lengua occitana o provenzal.

En el cruce con la calle del León admiraremos la fachada de la Real Academia de la Historia. Edificada por Villanueva  a finales del XVIII, antes fue Casa del Nuevo Rezado vinculada a la comunidad jerónima de El Escorial, hasta que tras la desamortización del edificio trasladó aquí su sede la real institución. Hoy ocupa también el palacio contiguo del marqués de Molins. Seguiremos por León hasta el número 27, donde nació el también autor dramático y premio Nobel de Literatura Jacinto Benavente.

Portada del primer Quijote
Bajaremos después Atocha por la acera de la izquierda hasta el número 87, sede hoy de la Sociedad cervantina, establecida en este lugar en 1953, en el mismo solar que ocupaba la imprenta de María Rodríguez de Rivalde en la que Juan de la Cuesta imprimió en 1605 El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, la primera parte del primer Quijote de la historia. Años después se levantó en el mismo solar el Hospitalillo del Carmen, llamado de los incurables o de los desamparados, que da nombre a la costanilla por la que saldremos de Atocha. Caminaremos por ella hasta cruzar con la calle Moratín, que bajaremos hasta la minúscula plazuela de San Juan, tan chica que ha escapado a los tentáculos de la aplicación de mapas de Google (al menos hasta la redacción de estas líneas).

En la plazuela de San Juan empiezan (o terminan, según se mire) las calles Fúcar, Jesús, Amor de Dios y Moratín, la cual debe el nombre a la casa natal del escritor dramático. La casa original, como tantas otras, no existe ya, pero estuvo aquí en la plazuela, donde hoy se yergue otra muy rumbosa que muestra la placa. Si don Leandro Fernández de Moratín (destacado ilustrado y autor de La comedia nueva o El sí de las niñas) no debió de andar muy lejos padre don Nicolás, profesor de Poética en San Isidro, tertuliano en San Sebastián y autor de versos madrileñistas y taurinos (Fiesta de toros en Madrid) de los que nos ocuparemos en otra entrada (s. D. q.). En el barrio de Embajadores, la calle Moratines recuerda al padre y al hijo, ambos reformadores del teatro, aunque muy distintos en aficiones y caracteres. Una vez presentados nuestros respetos a ambos, caminaremos la calle de Jesús hasta el cruce con la calle  de Cervantes, que remontaremos hasta la casa museo de Lope de Vega.

En la antigua calle de Francos compró Lope en 1610 esta casa por un total de 900o reales. Aquí vivió los últimos veinticinco años de su vida y vio morir a seres queridos como su legítima esposa (Juana de Guardo), su amante durante muchos años (Marta de Nevares) y su hijo Carlos Félix. Heredada por su hija Feliciana, la vendió su nieto y sufrió varias transformaciones. La que hoy vemos está  recreada a partir de las descripciones del propio autor. Fue una señora casa para los cánones de la época, sujeta a la regalía de aposento por las dos plantas de la fachada que daba a la calle de Francos, hoy Cervantes. En virtud de esta norma, que obligaba a los propietarios a hospedar a los cortesanos, hubo de acoger a visitantes como el capitán Alonso de Contreras, personaje que merece entrada particular. Por todo ello, la inscripción del dintel (Parva propria magna /magna aliena parva) parece falsa modestia. En esta casa testó y murió el mayor ingenio español, a juicio de sus contemporáneos, en agosto de 1635.

Apenas unos metros más arriba de la calle Cervantes se abre a la izquierda la calle de Quevedo, antigua calle del Niño, que debe su nombre actual a uno de sus moradores  ilustres, pues al final de la misma, casi en el cruce con la calle de Lope de Vega hubo casa en la que vivió el poeta madrileño de verso más afilado. Antes que don Francisco de Quevedo habitó en esa casa su  archienemigo, el poeta Luis de Góngora, a quien se dio el gusto de desahuciar tras comprar la vivienda en noviembre de 1625, como declaró en los siguientes versos en los que no pierde la ocasión de atacar la poesía del cordobés:

"...Y págalo Quevedo
Retrato de Quevedo atribuido a Van der Hamen
porque compró la casa en que vivías,
molde de hacer arpías;
y me ha certificado el pobre cojo
que de tu habitación quedó de modo
la casa y barrio todo
hediendo a Polifemos estantíos,
coturnos tenebrosos y sombríos,
y con tufo tan vil de Soledades,
que para perfumarla y desengongorarla
de vapores tan crasos
quemó como pastillas Garcilasos:
pues era con tu vaho el aposento
sombra del sol y tósigo del viento".

Al pobre Góngora, tan impopular durante siglos, no le hizo el ayuntamiento hueco en el callejero de este barrio; para encontrar su calle, sin relación histórica con el poeta, habría que desplazarse hasta el de Chueca. Quede un paseo literario por allí para otra entrada.

En la calle de Lope de Vega, antes de Cantarranas, se fundó en 1612 el convento de las Trinitarias Descalzas de San Ildefonso, en cuyo antiguo edificio fue enterrado Miguel de Cervantes Saavedra. La la rama masculina de esta orden abonó la mitad del enorme rescate que por el exsoldado pedían sus captores en Argel. Además allí profesó Marcela, hija de de Lope de Vega. Es fama que la comitiva fúnebre del Fénix se detuvo a la puerta del convento para que pudiera despedirse de él su hija religiosa, momento que recreó Ignacio Suárez Llanos en una pintura, hoy en el Museo del Prado.


domingo, 17 de febrero de 2019

Voto a Dios que me espanta esta grandeza


“Yo el soneto compuse que así empieza, por honra principal de mis escritos…” escribía Cervantes de este poema con estrambote (con versos añadidos, en este caso el último terceto) al comienzo del capítulo cuarto del Viaje del Parnaso.

Era frecuente la construcción de arquitecturas efímeras, levantadas (tan rápidamente como después se demolían) para celebrar las ocasiones festivas o para destacar las funestas. En este caso se trata de la muerte de Felipe II en 1598. Se construyó entonces en la catedral sevillana un enorme monumento funerario que Cervantes pudo contemplar  y del que se conserva el grabado de la imagen.


 Sus sensaciones se nos presentan a través de un típico procedimiento de distanciamiento cervantino: un diálogo dramatizado entre dos personajes marginales, un soldado y un matón, que elogian sin medida el túmulo y asienten ante las hipérboles, respectivamente. Muy significativo resulta el mutis teatral del último verso en el queda patente la vacuidad del cenotafio y el desencanto tamizado de ironía de Cervantes, herido de  guerra al servicio del rey difunto para no recibir a la postre ninguna recompensa.

Al túmulo del rey Felipe II en Sevilla.

«¡Voto a Dios1 que me espanta esta grandeza
y que diera un doblón por describilla2!
Porque ¿a quién no suspende y maravilla
esta máquina insigne, esta riqueza?

Por Jesucristo vivo, cada pieza                                       5
vale más de un millón, y que es mancilla
que esto no dure un siglo, ¡oh gran Sevilla!,
Roma triunfante en ánimo y nobleza.

Apostaré que el ánima del muerto,
por gozar este sitio, hoy ha dejado                                 10
la gloria donde vive eternamente».

Esto oyó un valentón y dijo: «Es cierto
cuanto dice voacé3, señor soldado,
y el que dijere lo contrario miente».

Y luego, incontinente4,                                                   15
caló el chapeo5, requirió la espada6,
miró al soslayo, fuese y no hubo nada.

1Voto a Dios: juramento “usado entre gente inconsiderada y fanfarrona” (Covarrubias).  2describilla: describirla.  3voacé: abreviatura chulesca de “vuestra merced”, fórmula de tratamiento entre iguales similar a nuestro “usted”.  4incontinente: de inmediato.  5caló el chapeo: se puso el sombrero. 6requirió la espada: comprobó que estuviera ajustada en su sitio.

jueves, 7 de febrero de 2019

La noche serena de fray Luis de León


La influencia del pensamiento neoplatónico es perceptible en este poema, dedicado a Diego Oloarte, amigo y quizá discípulo de Fray Luis. Otra vez se expresa aquí el deseo de evasión; si en la oda a  Salinas era gracias a su música, en esta ocasión la inspira la contemplación del cielo estrellado, en contraste con el “suelo / de noche rodeado / en sueño y en olvido sepultado” (vv. 3-5). Las reminiscencias de Platón son muchas en esta oda, pero especialmente notoria resulta la conocidísima “alegoría de la caverna”, incluida en La República, por medio del cual se simboliza la situación del alma que, encadenada al cuerpo como los prisioneros a la caverna, solo es capaz de percibir por los sentidos una simple proyección del verdadero mundo de las ideas. También deriva de la astrología clásica, —fundamentalmente de la cosmovisión de Tolomeo— la descripción del universo como una serie de ruedas u órbitas regidas por un planeta. Recuérdese que todos estos conceptos procedentes de la filosofía pagana habían sido perfectamente  asumidos por el cristianismo.

Noche serena

Cuando contemplo el cielo
de innumerables luces adornado,
y miro hacia1 el suelo
de noche rodeado,
en sueño y en olvido sepultado,                                     5

el amor y la pena
despiertan en mi pecho un ansia ardiente;
despiden larga vena2
los ojos hechos fuente;
Loarte3, y digo al fin con voz doliente:                          10

«Morada de grandeza4,
templo de claridad y hermosura,
el alma, que a tu alteza
nació, ¿qué desventura
la tiene en esta cárcel5 baja, escura?                                15

¿Qué mortal desatino
de la verdad aleja así el sentido,
que, de tu bien divino
olvidado, perdido
sigue la vana sombra, el bien fingido6?                           20

El hombre está entregado
al sueño, de su suerte no cuidando;
y con paso callado,
el cielo, vueltas dando,
las horas del vivir le va hurtando7.                                  25

¡Oh, despertad, mortales!
Mirad con atención en vuestro daño.
Las almas inmortales,
hechas a bien tamaño8,
¿podrán vivir de sombra y de engaño?                           30

¡Ay, levantad los ojos
aquesta celestial eterna esfera!
Burlaréis los antojos9
de aquesa lisonjera
vida, con cuanto teme y cuanto espera.                          35

¿Es más que un breve punto
el bajo y torpe suelo, comparado
con ese gran trasunto10,
do vive mejorado
lo que es, lo que será, lo que ha pasado?                        40

Quien mira el gran concierto
de aquestos resplandores eternales11,
su movimiento cierto
sus pasos desiguales
y en proporción concorde tan iguales;                            45

la luna cómo mueve
la plateada rueda, y va en pos della12
la luz do el saber llueve13,
y la graciosa estrella
de amor14 la sigue reluciente y bella;                              50

y cómo otro camino
prosigue el sanguinoso Marte15 airado
y, el Júpiter benino16
de bienes mil cercado,
serena el cielo con su rayo amado;                                  55

rodéase en la cumbre
Saturno, padre de los siglos de oro17;
tras él la muchedumbre
del reluciente coro18 
su luz va repartiendo y su tesoro:                                   60

¿quién es el que esto mira
y precia la bajeza de la tierra,
y no gime y suspira
y rompe lo que encierra
el alma, y destos bienes la destierra?                              65

Aquí vive el contento,
aquí reina la paz; aquí, asentado
en rico y alto asiento,
está el Amor sagrado19,
de glorias y deleites rodeado.                                         70

Inmensa hermosura
aquí se muestra toda, y resplandece
clarísima luz pura,
que jamás anochece;
eterna primavera aquí florece.                                         75

¡Oh campos verdaderos20!
¡Oh prados con verdad frescos y amenos!
¡Riquísimos mineros21!
¡Oh deleitosos senos22!
¡Repuestos valles, de mil bienes llenos!»                        80

1hacia: con -h- aspirada.  2larga vena: lágrimas.  3Loarte: Diego Oloarte,  destinatario de la oda.   4morada de grandeza: el cielo, donde viven las almas inmortales.  5la cárcel del alma es el  cuerpo, y el mundo material que lo rodea (el suelo del v. 2).  6el bien fingido: la realidad, simple sombra emanada del bien divino.  7el cielo... hurtando: esta alusión al paso del tiempo anticipa en cierta medida la visión barroca de la vida como sueño del que despertamos con la muerte.  8tamaño: tan grande.   9los  antojos: pueden entenderse como las trampas o estorbos a la visión (anteojos, semejantes a los que se colocan a los caballos) o, más propiamente, como los deseos o caprichos de los bienes terrenales. 10ese gran trasunto: la esfera celeste, donde las ideas habitan junto a Dios.  11aquestos resplandores eternales: las estrellas.    12la luna... della: la rueda más cercana a la tierra es la que sigue la órbita lunar.  13la luz do el saber llueve: la segunda rueda corresponde a Mercurio, transmisor de sabiduría.  14estrella de amor: Venus, en la tercera órbita.  15Marte airado: la quinta rueda (el poeta se salta la cuarta, la del Sol), gobernada por el sangriento (sanguinoso) Marte, dios de la guerra.  16el Júpiter benino: la sexta rueda, regida por el rayo de Júpiter, apaciguador del cielo.   17Saturno, padre de los siglos de oro: en la séptima y última gira Saturno, rodeado de tres luces (satélites diríamos hoy), proporcionando paz y abundancia, como en la edad de oro.  18la muchedumbre del reluciente coro: las estrellas fijas. 19Amor sagrado: el Espíritu Santo.  20campos verdaderos: porque en ellos conviven las ideas ejemplares y Dios, la única verdad ejemplar de la que emanan las demás.  21 mineros: mina, o incluso fuente o manantial.   22deleitosos senos: se convierte aquí el cielo en un locus amoenus un lugar escondido, en cuyos bien abastecidos o repuestos valles abundan  las riquezas.

miércoles, 24 de octubre de 2018

Ejemplos medievales: el ratón de campo y el de ciudad

Prometía en clase ofrecer aquí diferentes versiones del cuento de la lechera; podréis encontrarlas pinchando en el enlace anterior. Interesa sobre todo la continuidad del motivo a través de los tiempos y la relación entre las antiguas y modernas fábulas (Esopo, Samaniego) y los ejemplos medievales (la doña Truhana de don Juan Manuel en El conde Lucanor). No conviene olvidar ese otro eslabón --si no inicio-- de la cadena que fue el Panchatantra.

Un gato con un ratón en la boca en un manuscrito del siglo XIII (Harley 928 f. 44v)

En el siguiente ejemplo del Libro de buen amor se aprecia muy bien la relación entre los ejemplos medievales y las fábulas protagonizadas por animales. Sigue lo que replica doña Garoza ante el cortejo y las insinuaciones de Trotaconventos en favor de don Melón de la Huerta. Se trata de una versión modernizada.


"Pero temo y recelo que yo engañada sea;
no quiero que me pase como al ratón de aldea
que con el de ciudad divertirse desea.
Voy a contarte el caso y acabe la pelea.

Mur de Guadalajara un lunes madrugaba
y fuese a Monferrado, en el mercado andaba;
un ratón de gran barba invitole a su cava,
convidole a comer ofreciéndole un haba.

Están en mesa pobre, buen gesto y buena cara,
si la comida es poca, en la amistad se ampara,
a los pobres manjares el placer los repara;
quedó muy satisfecho el de Guadalajara.

 La comida ya hecha, el manjar acabado,
convidó el de la villa al mur de Monferrado
para que fuese el martes a ver aquel mercado
y que, en correspondencia, fuera su convidado.

Le recibió en su casa y diole mucho queso,
mucho fresco tocino que no estaba salpreso,
enjundias, pan cocido, sin medida ni peso;
así, del aldeano crecía el embeleso.

Manteles de buen lino, una blanca talega
bien repleta de harina; el mur allí se pega;
 muchas honras y obsequios le hacía su colega,
alegría y buen rostro con la comida llega.

En la mesa, muy rica, mucha buena vianda,
a cual mejor es todo el manjar que allí anda,
y, además, el agrado que el ser huésped demanda;
solaz con mesa buena, a cualquier hombre ablanda.

Ya comiendo y holgando, en medio del yantar,
la puerta de la estancia comenzó a resonar;
su señora la abría, dentro quería entrar,
los ratones, de miedo, huyen al verla andar.

El de Guadalajara va al hueco acostumbrado,
mas el huésped corría acá y allá asustado,
sin saber en qué sitio se vería amparado;
a la pared se acoge, muy quieto y arrimado.

Cerrada ya la puerta y pasado el temor,
estaba el aldeano con fiebre y con temblor;
sosegábale el otro, dice:- Amigo, señor,
alégrate comiendo de todo a tu sabor.

Este manjar es dulce y sabe como miel.
Contestó el aldeano: -Veneno yace en él;
al que teme la muerte el panal sabe a hiel.
Solo para ti es dulce; tú solo come de él.

Para quien tiene miedo no existe dulce cosa,
falta el gusto de todo con la vida azarosa;
si se teme a la muerte, ni la miel es sabrosa,
toda cosa es amarga en vida peligrosa.

Prefiero roer habas, muy tranquilo y en paz,
que comer mil manjares, inquieto y sin solaz;
con miedo, lo que es dulce se convierte en agraz,
pues todo es amargura donde el miedo es voraz.

Mas,¿por qué me detengo aquí? Casi me mato
del miedo que pasé, porque me da el olfato
que, si al estar yo solo, hubiera entrado un gato,
me atrapara, sin duda, y me diera un mal rato.

Tú tienes grandes casas, pero mucha compaña,
comes muchos manjares, y eso es lo que te engaña;
mejor es mi pobreza en segura cabaña,
porque el hombre mal pisa y el gato mal araña.

Con paz y con sosiego es rica la pobreza,
para el rico medroso es pobre la riqueza,
tiene siempre recelo con miedo y con tristeza;
 la pobreza gozosa es segura nobleza.

Más valen en convento las sardinas saladas,
haciendo a Dios servicio con las monjas honradas,
que perder la mi alma con perdices asadas,
 quedando escarnecida como otras desgraciadas."

sábado, 20 de octubre de 2018

Ubi sunt en Jorge Manrique

Copio modernizado el fragmento trabajado en clase de las Coplas que hizo don Jorge Manrique a la muerte del maestre de Santiago don Rodrigo Manrique su padre

En la imagen, las efímeros brotes surgidos tras el trillo de la parva en las eras de Peñalver (Guadalajara). Estas verduras apenas duran unas semanas.

Verduras de las eras de Peñalver











XVI

¿Qué se hizo el rey don Juan?
Los infantes de Aragón
¿qué se hicieron?
¿Qué fue de tanto galán,
qué fue de tanta invención             
como trajeron?
Las justas y los torneos,
paramentos, bordaduras
y cimeras,
¿fueron sino devaneos?          
¿Qué fueron sino verduras
de las eras?

XVII
¿Qué se hicieron las damas,
sus tocados, sus vestidos,
sus olores?                         
¿Qué se hicieron las llamas         
de los fuegos encendidos
de amadores?
¿Qué se hizo aquel trovar,
las músicas acordadas               
que tañían?
¿Qué se hizo aquel danzar,
aquellas ropas chapadas
que traían?