sábado, 6 de abril de 2019

Ruta literaria por el Madrid histórico (IV): de las Trinitarias a la plaza de Santa Ana

Desde las Trinitarias subimos la calle Lope de Vega hasta llegar a la del León, por la que ya pasamos anteriormente. Recibe su nombre, según Capmany y MontPalau, de un "hermoso león , que encerrado en una jaula de madera enseñaba al público un indio, llevando dos maravedís por la entrada en la tiendecilla que improvisó". En el número 9 antiguo y 8 moderno, en la esquina con la calle de Francos (casa número 20 de la manzana  228) estuvo la última casa que ocupó Cervantes en Madrid durante el último año de su vida y en la que vino a fallecer. A pesar de los esfuerzos de Mesonero Romanos, fue demolida en 1833. La casa daba al mentidero de representantes, lugar de reunión de cómicos y aficionados, cuyos chismes podía escuchar Cervantes sin moverse de casa.

Desde León llegaremos a la calle del Prado, que podremos bajar hasta la sede del Ateneo o remontar hasta la calle de Echegaray, primer español Premio Nobel de Literatura (1904), olvidado hoy y despreciado en su día por Valle-Inclán y los escritores de su tiempo. Antes se llamó del Lobo, y hubo en ella corral de comedias utilizado por las cofradías de la Pasión y la Soledad, según el mismo Mesonero "en la casa que pertenecía a Cristóbal de la Puente". De  nuevo en Prado, subimos hasta la plaza de Santa Ana, ubicada en el solar del convento de carmelitas descalzas de Santa Ana fundado por San Juan de la Cruz en 1586 y derribado por orden del rey José I,  apodado por ello el Plazuelas. Hoy la plaza es más bulliciosa que sosegada, entre otras razones por los numerosos bares que la flanquean desde antiguo (por ello la  llamó el periodista Mariano de Cavia "plaza de la cerveza"). En el lado oeste, donde hoy se alza un hotel, estuvo el palacio de los Montijo y Teba, con sus salones imprescindibles para la nobleza de la época. En el este y separado de la plaza por la calle del Príncipe, el Teatro Español, bien visible desde que en a mediados del XIX fueron demolidos los edificios que lo ocultaban.  Desde entonces hasta ahora varias reformas han modificado su aspecto hasta la que hoy contemplamos, con las estatuas de Calderón de la Barca y García Lorca en sus extremos.

La primera fue instalada en 1880, poco antes de celebrar el bicentenario de su  muerte. En los bajorrelieves de su base se representan escenas de La vida es sueño, El alcalde de Zalamea, El escondido y la tapada y La danza de la muerte. Tal vez hoy pueda sorprender la preeminencia del autor en este espacio sobre otros dramaturgos como Lope, toda vez que el medallón con la efigie de Calderón también ocupa la posición central en el frontis del Teatro Español. Otro indicio de la consideración que don Pedro tenía a finales del XIX fueron los fastos por su mencionado bicentenario, hoy día impensables. En la siguiente foto se puede apreciar la arquitectura efímera levantada para señalar la fecha en plena calle Alcalá, justo frente al palacio de Linares: un monte Helicón coronado por su figura. Sic transit gloria mundi.
Bicentenario de Calderón de la Barca (1881, foto de Jean Laurent)
La estatua de Federico Garcia Lorca fue encargada en 1984, con motivo del cincuentenario del estreno de Yerma el 29 de diciembre de 1934 en el  Teatro Español, frente a cuya fachada buscaremos acomodo para observarla con detalle en la que será última escala de esta ruta.

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