jueves, 7 de febrero de 2019

La noche serena de fray Luis de León


La influencia del pensamiento neoplatónico es perceptible en este poema, dedicado a Diego Oloarte, amigo y quizá discípulo de Fray Luis. Otra vez se expresa aquí el deseo de evasión; si en la oda a  Salinas era gracias a su música, en esta ocasión la inspira la contemplación del cielo estrellado, en contraste con el “suelo / de noche rodeado / en sueño y en olvido sepultado” (vv. 3-5). Las reminiscencias de Platón son muchas en esta oda, pero especialmente notoria resulta la conocidísima “alegoría de la caverna”, incluida en La República, por medio del cual se simboliza la situación del alma que, encadenada al cuerpo como los prisioneros a la caverna, solo es capaz de percibir por los sentidos una simple proyección del verdadero mundo de las ideas. También deriva de la astrología clásica, —fundamentalmente de la cosmovisión de Tolomeo— la descripción del universo como una serie de ruedas u órbitas regidas por un planeta. Recuérdese que todos estos conceptos procedentes de la filosofía pagana habían sido perfectamente  asumidos por el cristianismo.

Noche serena

Cuando contemplo el cielo
de innumerables luces adornado,
y miro hacia1 el suelo
de noche rodeado,
en sueño y en olvido sepultado,                                     5

el amor y la pena
despiertan en mi pecho un ansia ardiente;
despiden larga vena2
los ojos hechos fuente;
Loarte3, y digo al fin con voz doliente:                          10

«Morada de grandeza4,
templo de claridad y hermosura,
el alma, que a tu alteza
nació, ¿qué desventura
la tiene en esta cárcel5 baja, escura?                                15

¿Qué mortal desatino
de la verdad aleja así el sentido,
que, de tu bien divino
olvidado, perdido
sigue la vana sombra, el bien fingido6?                           20

El hombre está entregado
al sueño, de su suerte no cuidando;
y con paso callado,
el cielo, vueltas dando,
las horas del vivir le va hurtando7.                                  25

¡Oh, despertad, mortales!
Mirad con atención en vuestro daño.
Las almas inmortales,
hechas a bien tamaño8,
¿podrán vivir de sombra y de engaño?                           30

¡Ay, levantad los ojos
aquesta celestial eterna esfera!
Burlaréis los antojos9
de aquesa lisonjera
vida, con cuanto teme y cuanto espera.                          35

¿Es más que un breve punto
el bajo y torpe suelo, comparado
con ese gran trasunto10,
do vive mejorado
lo que es, lo que será, lo que ha pasado?                        40

Quien mira el gran concierto
de aquestos resplandores eternales11,
su movimiento cierto
sus pasos desiguales
y en proporción concorde tan iguales;                            45

la luna cómo mueve
la plateada rueda, y va en pos della12
la luz do el saber llueve13,
y la graciosa estrella
de amor14 la sigue reluciente y bella;                              50

y cómo otro camino
prosigue el sanguinoso Marte15 airado
y, el Júpiter benino16
de bienes mil cercado,
serena el cielo con su rayo amado;                                  55

rodéase en la cumbre
Saturno, padre de los siglos de oro17;
tras él la muchedumbre
del reluciente coro18 
su luz va repartiendo y su tesoro:                                   60

¿quién es el que esto mira
y precia la bajeza de la tierra,
y no gime y suspira
y rompe lo que encierra
el alma, y destos bienes la destierra?                              65

Aquí vive el contento,
aquí reina la paz; aquí, asentado
en rico y alto asiento,
está el Amor sagrado19,
de glorias y deleites rodeado.                                         70

Inmensa hermosura
aquí se muestra toda, y resplandece
clarísima luz pura,
que jamás anochece;
eterna primavera aquí florece.                                         75

¡Oh campos verdaderos20!
¡Oh prados con verdad frescos y amenos!
¡Riquísimos mineros21!
¡Oh deleitosos senos22!
¡Repuestos valles, de mil bienes llenos!»                        80

1hacia: con -h- aspirada.  2larga vena: lágrimas.  3Loarte: Diego Oloarte,  destinatario de la oda.   4morada de grandeza: el cielo, donde viven las almas inmortales.  5la cárcel del alma es el  cuerpo, y el mundo material que lo rodea (el suelo del v. 2).  6el bien fingido: la realidad, simple sombra emanada del bien divino.  7el cielo... hurtando: esta alusión al paso del tiempo anticipa en cierta medida la visión barroca de la vida como sueño del que despertamos con la muerte.  8tamaño: tan grande.   9los  antojos: pueden entenderse como las trampas o estorbos a la visión (anteojos, semejantes a los que se colocan a los caballos) o, más propiamente, como los deseos o caprichos de los bienes terrenales. 10ese gran trasunto: la esfera celeste, donde las ideas habitan junto a Dios.  11aquestos resplandores eternales: las estrellas.    12la luna... della: la rueda más cercana a la tierra es la que sigue la órbita lunar.  13la luz do el saber llueve: la segunda rueda corresponde a Mercurio, transmisor de sabiduría.  14estrella de amor: Venus, en la tercera órbita.  15Marte airado: la quinta rueda (el poeta se salta la cuarta, la del Sol), gobernada por el sangriento (sanguinoso) Marte, dios de la guerra.  16el Júpiter benino: la sexta rueda, regida por el rayo de Júpiter, apaciguador del cielo.   17Saturno, padre de los siglos de oro: en la séptima y última gira Saturno, rodeado de tres luces (satélites diríamos hoy), proporcionando paz y abundancia, como en la edad de oro.  18la muchedumbre del reluciente coro: las estrellas fijas. 19Amor sagrado: el Espíritu Santo.  20campos verdaderos: porque en ellos conviven las ideas ejemplares y Dios, la única verdad ejemplar de la que emanan las demás.  21 mineros: mina, o incluso fuente o manantial.   22deleitosos senos: se convierte aquí el cielo en un locus amoenus un lugar escondido, en cuyos bien abastecidos o repuestos valles abundan  las riquezas.

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