sábado, 16 de marzo de 2019

Ruta literaria por el Madrid histórico (III): desde la plaza de Matute a las Trinitarias

Desde la plaza de Matute reanudamos esta ruta que nos llevará a internarnos en la parte baja del barrio de las Letras, de las Musas o de Huertas. Por esta última calle comenzamos el descenso, deteniéndonos a leer las placas instaladas por el ayuntamiento a los escritores que en las cercanías vivieron, como el primer Nobel de Literatura en lengua española, José Echegaray, también destacado político, economista y matemático. Se le concedió el galardón en 1904, compartido con el francés Frédéric Mistral, poeta en lengua occitana o provenzal.

En el cruce con la calle del León admiraremos la fachada de la Real Academia de la Historia. Edificada por Villanueva  a finales del XVIII, antes fue Casa del Nuevo Rezado vinculada a la comunidad jerónima de El Escorial, hasta que tras la desamortización del edificio trasladó aquí su sede la real institución. Hoy ocupa también el palacio contiguo del marqués de Molins. Seguiremos por León hasta el número 27, donde nació el también autor dramático y premio Nobel de Literatura Jacinto Benavente.

Portada del primer Quijote
Bajaremos después Atocha por la acera de la izquierda hasta el número 87, sede hoy de la Sociedad cervantina, establecida en este lugar en 1953, en el mismo solar que ocupaba la imprenta de María Rodríguez de Rivalde en la que Juan de la Cuesta imprimió en 1605 El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, la primera parte del primer Quijote de la historia. Años después se levantó en el mismo solar el Hospitalillo del Carmen, llamado de los incurables o de los desamparados, que da nombre a la costanilla por la que saldremos de Atocha. Caminaremos por ella hasta cruzar con la calle Moratín, que bajaremos hasta la minúscula plazuela de San Juan, tan chica que ha escapado a los tentáculos de la aplicación de mapas de Google (al menos hasta la redacción de estas líneas).

En la plazuela de San Juan empiezan (o terminan, según se mire) las calles Fúcar, Jesús, Amor de Dios y Moratín, la cual debe el nombre a la casa natal del escritor dramático. La casa original, como tantas otras, no existe ya, pero estuvo aquí en la plazuela, donde hoy se yergue otra muy rumbosa que muestra la placa. Si don Leandro Fernández de Moratín (destacado ilustrado y autor de La comedia nueva o El sí de las niñas) no debió de andar muy lejos padre don Nicolás, profesor de Poética en San Isidro, tertuliano en San Sebastián y autor de versos madrileñistas y taurinos (Fiesta de toros en Madrid) de los que nos ocuparemos en otra entrada (s. D. q.). En el barrio de Embajadores, la calle Moratines recuerda al padre y al hijo, ambos reformadores del teatro, aunque muy distintos en aficiones y caracteres. Una vez presentados nuestros respetos a ambos, caminaremos la calle de Jesús hasta el cruce con la calle  de Cervantes, que remontaremos hasta la casa museo de Lope de Vega.

En la antigua calle de Francos compró Lope en 1610 esta casa por un total de 900o reales. Aquí vivió los últimos veinticinco años de su vida y vio morir a seres queridos como su legítima esposa (Juana de Guardo), su amante durante muchos años (Marta de Nevares) y su hijo Carlos Félix. Heredada por su hija Feliciana, la vendió su nieto y sufrió varias transformaciones. La que hoy vemos está  recreada a partir de las descripciones del propio autor. Fue una señora casa para los cánones de la época, sujeta a la regalía de aposento por las dos plantas de la fachada que daba a la calle de Francos, hoy Cervantes. En virtud de esta norma, que obligaba a los propietarios a hospedar a los cortesanos, hubo de acoger a visitantes como el capitán Alonso de Contreras, personaje que merece entrada particular. Por todo ello, la inscripción del dintel (Parva propria magna /magna aliena parva) parece falsa modestia. En esta casa testó y murió el mayor ingenio español, a juicio de sus contemporáneos, en agosto de 1635.

Apenas unos metros más arriba de la calle Cervantes se abre a la izquierda la calle de Quevedo, antigua calle del Niño, que debe su nombre actual a uno de sus moradores  ilustres, pues al final de la misma, casi en el cruce con la calle de Lope de Vega hubo casa en la que vivió el poeta madrileño de verso más afilado. Antes que don Francisco de Quevedo habitó en esa casa su  archienemigo, el poeta Luis de Góngora, a quien se dio el gusto de desahuciar tras comprar la vivienda en noviembre de 1625, como declaró en los siguientes versos en los que no pierde la ocasión de atacar la poesía del cordobés:

"...Y págalo Quevedo
Retrato de Quevedo atribuido a Van der Hamen
porque compró la casa en que vivías,
molde de hacer arpías;
y me ha certificado el pobre cojo
que de tu habitación quedó de modo
la casa y barrio todo
hediendo a Polifemos estantíos,
coturnos tenebrosos y sombríos,
y con tufo tan vil de Soledades,
que para perfumarla y desengongorarla
de vapores tan crasos
quemó como pastillas Garcilasos:
pues era con tu vaho el aposento
sombra del sol y tósigo del viento".

Al pobre Góngora, tan impopular durante siglos, no le hizo el ayuntamiento hueco en el callejero de este barrio; para encontrar su calle, sin relación histórica con el poeta, habría que desplazarse hasta el de Chueca. Quede un paseo literario por allí para otra entrada.

En la calle de Lope de Vega, antes de Cantarranas, se fundó en 1612 el convento de las Trinitarias Descalzas de San Ildefonso, en cuyo antiguo edificio fue enterrado Miguel de Cervantes Saavedra. La la rama masculina de esta orden abonó la mitad del enorme rescate que por el exsoldado pedían sus captores en Argel. Además allí profesó Marcela, hija de de Lope de Vega. Es fama que la comitiva fúnebre del Fénix se detuvo a la puerta del convento para que pudiera despedirse de él su hija religiosa, momento que recreó Ignacio Suárez Llanos en una pintura, hoy en el Museo del Prado.


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