Los poetas latinos
acuñaron en sus versos algunos de los temas que se vienen repitiendo en la
tradición literaria occidental. Por eso los llamamos tópicos literarios, lugares
comunes (tópoi en griego) muy frecuentados por los
escritores, que poco o nada escriben que no hayan leído ya.
Entre los más famosos, le debemos dos al
poeta romano Horacio (siglo I a. C, el protegido del famoso Mecenas que da
nombre en castellano al que patrocina a un artista). Aunque en su juventud
escribió sátiras, sobre todo se le conoce por sus odas, así como por una
epístola A los Pisones, que
constituye una de las primeras poéticas o tratados literarios que conocemos.
En uno de sus Epodos, concretamente el segundo, el usurero Alfio elogia la vida retirada, alejado del estrés de
la ciudad y entregado a los pequeños placeres de la vida ociosa. Al tópico literario se le llama Beatus ille por el arranque del poema:
(Beatus ille qui procul negotiis / ut prisca gens mortalium, / paterna rura bubus exercet suis / solutus omni faenore / neque excitatur classico / miles truci / neque horret iratum mare / forumque vitat et superba civium / potentiorum limina...
(Beatus ille qui procul negotiis / ut prisca gens mortalium, / paterna rura bubus exercet suis / solutus omni faenore / neque excitatur classico / miles truci / neque horret iratum mare / forumque vitat et superba civium / potentiorum limina...
Feliz
el que, alejado de los negocios
como
en remoto tiempo los mortales
paternos campos con sus bueyes ara
paternos campos con sus bueyes ara
y no rinde a la usura vasallaje;
ni le despiertan los clarines bélicos
ni teme airados mares
y evita igual del foro las intrigas
ni le despiertan los clarines bélicos
ni teme airados mares
y evita igual del foro las intrigas
que del rico soberbio los umbrales...
La traducción es de B. Chamorro, aunque quizá entendáis mejor la versión de fray Luis de León del siglo XVI («Qué descansada vida / la del que huye el mundanal rüido / y sigue la escondida / senda por donde han ido / los pocos sabios que en el mundo han sido...»). Comprobaréis que este tema tiene mucho que ver con el del aurea mediocritas o dorada medianía, en el que se postula igualmente una vida alejada de las ambiciones.
Por otra parte, en su oda A Leucónoe (Odas, I, XI), lanza una invitación a gozar de la vida a la
susodicha que culmina en un verso que nos debe sonar:
Carpe
diem quam minimum credula postero
(«Aprovecha el
día y no confíes en el mañana»)
Cuatrocientos años más tarde, otro poeta galorromano del siglo
IV llamado Ausonio relacionar la brevedad de la vida con la belleza de las
flores en su Idilio de las rosas.
La voz poética cuenta cómo pasea por un jardín de rosales, un día de primavera.
Cada rosa es un prodigio que, lamentablemente se deshoja con rapidez. Al final,
en un dístico, viene la moraleja:
De la cual
varios poetas posteriores hicieron versiones (Garcilaso, Góngora, Luis Alberto
de Cuenca,...) que leeremos en clase. Va una versión de otro escritor del XVII:
que al mismo paso ha de pasar tu vida.
Por último, recordemos al autor
de La Eneida , Virgilio, también del siglo I a.
C. En otro poema llamado las Geórgicas (3, 284) sobre la vida del
campo, echó a rodar el llamado tempus
fugit que hoy vemos en algunos relojes:
Sed fugit interea fugit
irreparabile tempus
(«Pero huye entre tanto, huye
irreparable el tiempo»).
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