lunes, 3 de octubre de 2016

Un romance de tema histórico y carácter noticiero

Entre los romances de tema histórico destacan aquellos que poetizaban las noticias de los sucesos de la guerra en la frontera entre el reino cristiano de Castilla y el musulmán de Granada. De ahí que reciban también el nombre de romances fronterizos (pinchando aquí encontrarás buenas muestras).

Copio a continuación uno que recrea cómo llega la noticia al rey de Granada de la pérdida de Antequera, allá por el año de 1410.

De Antequera partió el moro   tres horas antes del día,
con cartas en la su mano   en que socorro pedía.
Escritas iban con sangre,   mas no por falta de tinta.
El moro que las llevaba   ciento y veinte años había,
la barba tenía blanca,   la calva le relucía;
toca llevaba tocada,   muy grande precio valía.
La mora que la labrara   por su amiga la tenía;
alhaleme en su cabeza   con borlas de seda fina;
caballero en una yegua,   que caballo no quería.
Solo con un pajecico   que le tenga compañía,
no por falta de escuderos,   que en su casa hartos había.
Siete celadas le ponen   de mucha caballería,
mas la yegua era ligera,   de entre todos se salía;
por los campos de Archidona   a grandes voces decía:
—¡Oh buen rey, si tú supieses   mi triste mensajería,
mesarías tus cabellos   y la tu barba vellida!
El rey, que venir lo vido,   a recebirlo salía
con trescientos de caballo,   la flor de la morería.
—Bien seas venido, el moro,   buena sea tu venida.
—Alá te mantenga, el rey,   con toda tu compañía.
—Dime, ¿qué nuevas me traes   de Antequera, esa mi villa?
—Yo te las diré, buen rey,   si tú me otorgas la vida.
—La vida te es otorgada,   si traición en ti no había.
—¡Nunca Alá lo permitiese   hacer tan gran villanía!,
mas sepa tu real alteza   lo que ya saber debría,
que esa villa de Antequera   en grande aprieto se vía,
que el infante don Fernando   cercada te la tenía.
Fuertemente la combate   sin cesar noche ni día;
manjar que tus moros comen,   cueros de vaca cocida.
Buen rey, si no la socorres,   muy presto se perdería.
El rey, cuando aquesto oyera,   de pesar se amortecía;
haciendo gran sentimiento,   muchas lágrimas vertía;
rasgaba sus vestiduras,   con gran dolor que tenía,
ninguno le consolaba,   porque no lo permitía;
mas después, en sí tornando,   a grandes voces decía:
—Tóquense mi añafiles,   trompetas de plata fina;
júntense mis caballeros   cuantos en mi reino había,
vayan con mis dos hermanos   a Archidona, esa mi villa,
en socorro de Antequera,   llave de mi señoría.
Y ansí, con este mandado   se juntó gran morería;
ochenta mil peones fueron   el socorro que venía,
con cinco mil de caballo,   los mejores que tenía.
Ansí en la Boca del Asna   este real sentado había
a la vista del infante,   el cual ya se apercebía,
confiando en la gran victoria   que de ellos Dios le daría,
sus gentes bien ordenadas;   de San Juan era aquel día
cuando se dio la batalla   de los nuestros tan herida,
que por ciento y veinte muertos   quince mil moros había.
Después de aquesta batalla   fue la villa combatida
con lombardas y pertrechos   y con una gran bastida
con que le ganan las torres   de donde era defendida.
Después dieron el castillo   los moros a pleitesía,
que libres con sus haciendas   el infante los pornía
en la villa de Archidona,   lo cual todo se cumplía;
y ansí se ganó Antequera   a loor de Santa María.

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