miércoles, 12 de octubre de 2016

El milagro del romero de Santiago

De los Milagros de Nuestra Señora de Gonzalo de Berceo destacamos aquí esta historia del peregrino a Compostela engañado por el diablo. Esta versión es modernización de la original, que podéis leer en este enlace.



Un fraile de su casa Giraldo era llamado,
antes que fuese monje no era muy enseñado,
de vez en vez hacía locuras y pecado
como hombre soltero que vive sin cuidado.

Vínole al corazón, tal como estaba, un día,
al apóstol de España irse de romería;
dispuso sus asuntos, buscó su compañía,
y ajustaron el término que tomarían su vía.

Cuando iban a salir, hizo una enemiga:
no guardó penitencia, como la ley obliga,
en vez de hacer vigilia se acostó con su amiga
y metiose en camino con esta mala ortiga.

El enemigo antiguo siempre fue gran traidor,
y es de toda enemiga maestro sabedor;
a las veces semeja un ángel del Criador
y es en vez diablo fino de mal sonsacador.

El falso transformose en ángel verdadero,
parósele delante en medio de un sendero:
«Seas el bienvenido -le dijo a este romero-;
me pareces de veras simple como un cordero.

Saliste de tu casa por venir a la mía,
cuando salir quisiste hiciste una folía:
piensas sin penitencia cumplir tal romería;
no te agradecerá esto Santa María.»

¿Y quién sois vos, señor?» preguntole el romero
Respondiole: «Santiago, hijo de Zebedeo.
Sábelo bien, amigo, andas en devaneo;
parece que no tienes de salvarte deseo.»

Dijo entonces Giraldo: «Señor, ¿qué me mandáis?
Yo quiero cumplir todo aquello que digáis,
porque veo que hice grandes iniquidades,
que no tomé el castigo que dicen los abades.»

Dijo el falso Santiago: «Este es el juicio:
que te cortes los miembros que hacen el fornicio;
así que te degüelles harás a Dios servicio,
que de tu carne misma le harás tú sacrificio.»

Creyolo el infeliz, loco desconsejado:
sacó su cuchillejo que tenía amolado,
cortó sus genitales el malaventurado,
así se degolló, murió descomulgado.

El que le dio el consejo con sus atenedores,
los grandes y los chicos, menudos y mayores,
a su alma trabaron esos falsos traidores,
y llevábanla al fuego, a los malos sudores.

Y mientras la llevaban, no de buena manera,
Santiago los vio, suyo el romero era,
salioles a gran prisa por aquella carrera,
se les paró delante por la faz delantera.

«Dejad -dijo-, malillos, la presa que lleváis,
porque no os pertenece tanto como pensáis;
tratadla con cuidado y fuerza no le hagáis,
que no podréis con ella, aunque bien lo queráis.»

Os emplazo ante el juicio de la Virgo María,
ante ella me clamo en esta pleitesía.
Yo de otra manera no os abandonaría,
pues veo que traéis muy gran alevosía.»

Dijo Ella: «Yo esto mando y doylo por sentencia:
el alma por la cual sostenéis la pendencia
ha de volver al cuerpo y hacer su penitencia;
luego como merezca recibirá la audiencia.»

Levantose el cuerpo que yacía trastornado,
limpiábase la cara Giraldo el degollado:
estúvose un momento medio desconcertado,
como el hombre que duerme y despierta enojado.

De todo lo otro estaba bien sano y mejorado,
fuera de un hilito que tenía atravesado;
mas lo de la natura, cuanto que fue cortado,
no le volvió a crecer, y quedó en ese estado.

Rindió gracias a Dios y a su madre María,
y al apóstol tan santo do va la romería;
se apresuró a marchar, se unió a su compañía,
tenían con el milagro su solaz cada día.

Don Hugo, hombre bueno, que era de Cluny abad,
varón muy religioso y de gran santidad,
contaba este milagro que aconteció en verdad;
poniéndolo en escrito hizo gran honestad.

Giraldo finó en la orden, vida muy buena haciendo,
con dichos y con hechos a su Criador sirviendo,
en bien perseverando, del mal arrepintiendo;
el enemigo malo de él no se fue riendo.



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