1.- Exponga el contenido del fragmento y
relaciónelo con la totalidad de la obra.
En esta “Oda a un ruiseñor”, la
voz poética, identificada con la del autor John Keats, se dirige a un ruiseñor,
en cuyo canto percibe la naturaleza eterna y transcendental de la belleza
frente a la fugacidad del mundo físico. El canto de esta ave se ensalza desde
el principio cuando manifiesta que tanta felicidad sonora le causa dolor, no
por envidia, sino por sobreabundancia de gozo. La voz poética quisiera alejarse
del mundo y perderse con el ruiseñor por el bosque en penumbra. Al yo
lírico no le importaría incluso morir
escuchando ese canto melodioso. La caducidad humana contrasta con la
inmortalidad del ruiseñor, cuyo canto es escuchado desde los tiempos antiguos e
incluso en tierras de leyenda ya olvidadas.
Aparece también el tema de la evasión romántica, ya que la voz poética
quiere alejarse del mundo, quiere huir de la fiebre, del hastío, de la
angustia, de los gemidos de los hombres, de la juventud marchita, donde pensar
significa tristeza y la belleza pierde su esplendor.
En la primera
estrofa, la voz poética, se duele y siente aturdida, como bajo los efectos de
un narcótico (beleño y opio turbio), al escuchar el canto de un ruiseñor; lejos
de envidiarle su suerte, se siente solidario con ella, por disfrutar la felicidad
de su canto en un bosque idílico, locus
amoenus romántico. Anhela en la
segunda estrofa no disponer de algún vino o néctar mitológico (“el sur
caliente, el ruboroso Hipocrene”) que le ayudara a trasladarse rápidamente
junto al ruiseñor y disiparse en el bosque junto a él. En la tercera estrofa,
aparecen las razones de ese deseo de
evasión, los aspectos negativos del mundo real, especialmente la caducidad de
la vida, que le impide mantenerse inmortal como el ruiseñor. Surge en la cuarta
estrofa rotundo y claro el deseo de huida (“Lejos, lejos”), para el que se
valdrá no del vino (“Baco y sus leopardos”), sino de su propio canto “poéticas
alas”; ya reunido con el ruiseñor en lo alto, describirá el dulce ambiente
nocturno (“tierna es la noche”), escoltados por el claro de luna (“Reina de la
noche”), la brisa y las estrellas (“estelares hadas”). Sigue en la quinta estrofa con la naturaleza
que intuye a sus pies, imaginada en plenitud mediante una enumeración que
utiliza varios sentidos: olfato (“aroma”), vista (“blanco espino”) y oído (“zumbar
de moscas”). En la sexta estrofa, en tono reflexivo, aparece la muerte como una
vieja conocida a la que ha dedicado algún poema y que le resulta más que
tentadora en esa medianoche auspiciada por el canto imperecedero del pájaro plenitud.
La séptima estrofa se dedica a resaltar carácter inmortal de la belleza de su
canto (“¡No has nacido para la muerte…”), que ha atravesado la historia, desde
los tiempos más lejanos (“en tierras de leyenda, ya olvidadas”) y todos los
contextos (“el labriego y el rey”). Por último, la voz poética en la estrofa
final, siente que el canto del ruiseñor se va desvaneciendo en la distancia, no
sabiendo si todo ello hubiera sido ilusión o sueño.
2.-
Analice los aspectos formales del texto.
La oda está compuesta de ocho
estrofas compuestas cada una por diez versos de arte mayor con rima libre y tendencia al encbalgamiento métrico. Las
marcas y la presencia de la 1ª persona, del yo lírico, aparecen desde el inicio
(“Me duele…; mis sentidos… ”), como los símiles o comparaciones (con el beleño
y el opio turbio que conducen al Leteo, o río del olvido), para expresar su
estado de ánimo, que junto al canto del ruiseñor y la naturaleza, son el objeto
de una descripción necesariamente sensorial. Abundan en ella recursos variados.
Los aspectos negativos del mundo real se expresan mediante una enumeración (“la
fatiga, la fiebre, la prisa”), igual que la naturaleza (“el seto, la espesura
de frutales: el blanco espino, y la englantina pastoral”); el envejecimiento y
la poesía mediante metáforas (“la vejez quita pocos, tristes, pálidos pelos”; “poéticas
alas”); la juventud mediante una personificación (“la juventud marchita, hecha
un espectro, muere”); la paradójica cercanía entre el placer, el dolor y la
muerte se expresa con recursos de oposición como antítesis (“morir parece dulce”);
mientras que la sensación de levedad y vuelo con la aliteración de algunas
consonantes suaves como la "l, d" en algún paralelismo (“Disolviéndose
lejos, olvidando del todo”) o la –s- (“musgosos caminos serpentinos”). Mención
aparte merecen la adjetivación profusa, en algunos casos antepuesta como
epíteto ("el campo verde, el baile, la canción provenzal, el júbilo
soleado, purpúrea boca, melodioso lugar, ligera dríade,") y las metáforas
basadas en el mundo de la mitología (el vino como “ruboroso Hipocrene” o “Baco
y sus leopardos”) o la Biblia (Ruth simboliza el mundo antiguo, en tanto que es
personaje del Antiguo Testamento, anterior a Jesucristo).
3.-
Comente la producción literaria del autor con especial atención a la obra
seleccionada.
John Keats
(1795-1821) fue un poeta inglés que se inscribe en el movimiento del Romanticismo.
Aunque empezó a estudiar medicina, dedicó su corta vida (murió de tuberculosis
a los 26 años) a la poesía, por la que hoy goza de reconocimiento universal. Tras
algunas publicaciones sueltas en revistas literarias, su primer libro, Poemas de John Keats (1817) recoge
fundamentalmente sonetos relacionados con el mundo clásico. En su segundo
libro, Endimión (1818) adaptó este
mito para expresar la búsqueda en el mundo real de un amor ideal visto en los
sueños. El primer verso de este poema mitológico se ha hecho tan famoso que
parece ya inseparable del nombre del autor: “A thing of beauty is a joy por
ever” (“Una obra de arte es un placer eterno”). Su mejor libro Lamia, Isabella, la víspera de santa Inés y
otros poemas publicado en 1820. En el libro también aparece el poema
inacabado “Hiperión” y tres odas consideradas entre las mejores de la lengua
inglesa: “Oda a una urna griega”, “Oda a la melancolía” y aquí comentada “Oda a
un ruiseñor”, en las que se compara la naturaleza eterna y transcendental de
los ideales con la fugacidad del mundo físico. En ellas sobresale el tema de la
naturaleza, que se considera un medio de expresión de los sentimientos del alma
y del sentido trascendente de la vida. Así, el contraste entre la eternidad de la
belleza y la fugacidad de la vida humana se convierte en el tema central de sus
odas. En la “Oda a un ruiseñor” ya hemos visto cómo confronta el sufrimiento
humano con la inmortalidad del canto del ruiseñor. El yo lírico se eleva entre
los árboles, para reunirse con el ruiseñor que allí canta; eso le sirve para
comparar la naturaleza eterna y transcendental de los ideales con la fugacidad
del mundo físico: el poeta, que se siente morir, ansía esa eternidad. Por su
parte, la “Oda a una urna griega”, trata sobre el poder inmortalizador de la
belleza, manifestado en las producciones artísticas que elaboraron los antiguos
griegos. Presenta el contraste entre las cenizas de los muertos que contienen
las urnas y la estética inmortal de esas urnas. Después de su muerte en Roma, donde está
enterrado (“Aquí yace uno cuyo nombre fue escrito en el agua”) se publicaron
algunos de sus mejores poemas y sus
cartas, en las que se refleja su profundo espíritu crítico y que son de un gran
interés para conocer el pensamiento poético de su época y el suyo propio.
John Keats
desarrolló un estilo de cadencia muy similar a la narrativa (ya anticipada por Wordsworth), con versos largos y frecuentemente encabalgados. En su poesía, abundan imágenes sugerentes y
descripciones sensuales que le sirven para expresar la aspiración
continua al logro de la belleza. El arte, la creación poética, es para el poeta
una suerte de religión que conduce hacia la belleza y para alcanzarla,
había que desarrollar “conciencia
negativa”, que consistía en olvidarse de sí mismo y sumergirse en las situaciones, bien sea le
canto de un ruiseñor, bien la contemplación de una antigüedad como la urna
griega. También el mundo griego fue
motivo central en su poesía, como se puede apreciar en “Endimión” e “Hiperión”. En sus odas está
igualmente presente (véanse las referencias antes citadas), aunque en estas sobresale
el tema de la naturaleza, que se considera un medio de expresión de los
sentimientos del alma y del sentido trascendente de la vida.
En la arriba
comentada y en la “Oda sobre una urna griega”, el contraste entre la eternidad
de la belleza y la fugacidad de la vida humana se convierte en el tema central,
con la naturaleza siempre de fondo (en la “Oda a una urna griega” se habla de hojas floreadas, de los valles de
la Arcadia, y de varones y doncellas labrados junto a hierbas y ramas; mientras
que en la “Oda a un ruiseñor” la
importancia de la naturaleza se manifiesta en los frondosos abedules donde se
esconde el ruiseñor, en su deseo de beber el vino que conserva el sabor de
praderas, o en el arroyo tranquilo donde se va diluyendo el canto del ruiseñor).
Recuérdese que en el otro poema romántico leído (“Kubla Khan” de Coleridge), también la naturaleza disfrutaba
de protagonismo y también se evocaba o reconstruía una situación entre vigilia
y sueño, antes de que esta se desvaneciaera.
4.-
Sitúe al autor en su contexto literario e histórico
Keats es uno de los principales
representantes del Romanticismo inglés. Este movimiento, gestado en Alemania en
el siglo XVIII por los poetas del Sturm
und Drang en pos de la libertad política y artística, se manifestará en
toda Europa durante el primer tercio del siglo XIX, asociado a la Revolución Francesa
(1789) y a las ideas que lo inspiraron de libertad, igualdad y fraternidad. Caracterizado
por su rechazo a toda norma sobre la creación artística y por su rebeldía, su individualismo
y subjetivismo se manifestarán también en la deliberada evasión a otros tiempos
y espacios (buen ejemplo de ello es el auge de la novela histórica) y en la
comunión con la naturaleza, que, como se ha visto, reflejará los sentimientos
del poeta.
Si en Alemania
los pioneros fueron Goethe con su Werther
en la novela, Schiller con su Don Carlos
en el teatro y Novalis con los Himnos a
la Noche en poesía, los precursores del Romanticismo en Inglaterra fueron los
poetas de los lagos o laguistas, nacidos en torno a 1770 y llamados así porque
vivieron en esa zona del norte de Inglaterra, en la que buscaron la meditación
y la expresión de la propia subjetividad a partir de aquellos paisajes.
Coautores de Baladas líricas (1798), cuyo
prólogo se considera el manifiesto del Romanticismo poético inglés, Wordsworth
(autor de “El preludio”) y Coleridge (autor de “Kubla Khan” y de la “Balada del viejo marinero”) abrieron
el camino a los poetas de la siguiente generación, más rebelde en sus actitudes
vitales. Por ello, estos últimos se le conoce como los poetas rebeldes o
satánicos, grupo al que por razones generacionales se suele adscribir a Keats,
si bien llevó una vida menos dinámica que sus coetáneos y no faltan críticos (por ejemplo, José
María Valverde, traductor de esta versión) que le consideran un poeta-poeta,
sin más calificativos. Sus representantes más carismáticos fueron el
aristócrata Lord Byron, estampa indiscutible del movimiento y creador de personajes
marginados como “El corsario” o “Caín”, y su inseparable amigo Percy B.
Shelley, que compuso entre otras “Adonais”, elegía por la muerte de Keats, en
la que hay una aceptación serena de la muerte. Estos últimos, con sus vidas al
límite y su prematura muerte, se convirtieron en el espejo de los poetas
románticos de otros países como José de Espronceda en España, que los imitaron
en obras (“Canción del pirata”; “El diablo mundo” deben mucho a "El corsario" y Childe Harold de Byron) y vidas arrebatadas, muy
comprometidas con el liberalismo político, como sus antecesores con la
Revolución Francesa. En Francia, el Romanticismo tuvo un signo más aristocrático
y conservador, hasta el estreno de Hernani,
drama de ambiente español de Víctor Hugo, autor también de la novela histórica Nuestra Señora de París. En Italia, los
dos autores que encarnaron el espíritu del movimiento fueron Manzoni en la
novela histórica (Los novios) y
Giacomo Leopardi con sus Cantos,
plenos de lirismo y melancolía.
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