Exponga el contenido
del fragmento y relaciónelo con la totalidad de la obra.
La historia presenta a un narrador
anónimo que convive con un anciano que tiene un ojo velado por una película
pálida y azulada. No sabemos cuál es la relación entre ambos, ni sus nombres ni sus ocupaciones. La
mirada del anciano crea angustia y ansiedad en el narrador, especialmente un
día que descubre su ojo abierto y el narrador se decide por fin a asesinarlo. La
ambigüedad y la falta de detalles acerca de los dos personajes principales contrastan
con el detallismo con que se recrea el crimen. Insiste en el cuidado que pone y
la precisión de sus actos, por ejemplo, al observar al anciano dormir por una
rendija de la puerta. Finalmente, lo asfixia con su propia almohada. Tras
ejecutar el crimen, despedaza el cadáver y lo esconde bajo las tablas del suelo
de la casa; finalmente borra todas las huellas. Un día en que la policía acude
a la casa a requerimiento de los vecinos que han escuchado ruidos, el asesino, confiado,
los invita, les enseña la casa y los conduce al cuarto bajo el cual yace el
cadáver desmembrado. Pronto le parece escuchar un ruido que va creciendo. Al
pensar horrorizado que es el corazón del viejo que lo está delatando, se
derrumba y confiesa, pidiendo a voces a los policías que levanten las tablas
del suelo.
El motor de la historia es la
insistencia del narrador, no en su inocencia, sino en su cordura, quizá porque
se está confesando a alguien (¿un juez, un psiquiatra, un periodista o un policía?). Insiste
desde el primer momento en afirmar que es una persona normal, aunque le caracteriza
una agudeza especial de los sentidos. Su negación de la locura se basa, sobre
todo, en lo sistemático de su conducta homicida, en su precisión y en la
explicación racional de una conducta irracional y carente de motivación. La
escena final no es más que el resultado del sentimiento de culpa del personaje:
pese a todos sus esfuerzos por parecer normal, la pretensión de haber oído el
corazón batir a distancia por su aguda sensibilidad, es la evidencia de su
desvarío y de su locura.
Analice los aspectos formales
del texto.
El cuento está narrado en primera
persona por el protagonista. Su relato parece destinado a una o varias personas
sin identificar (“you”, en el original, no
especifica el número verbal, a pesar de que la traducción elige “ustedes”), a las
que trata de demostrar su racionalidad y cordura. En consecuencia, sigue un
orden lineal en la narración de los acontecimientos y aporta detalles de la
minuciosidad de sus operaciones (“las astutas precauciones que adopté para
esconder el cadáver”). Sin embargo, su carácter obsesivo aflora en determinadas
repeticiones discursivas, especialmente la referencia al ojo del asesinado, de
probable carácter simbólico y caracterizado con un símil revelador (“un ojo
semejante al de un buitre”). Otras repeticiones delatan su carácter psicótico,
como las referidas al sonido del corazón del viejo antes de su muerte (“cada
vez más fuerte, momento a momento… ¡Cada vez más fuerte, más fuerte!...”), o
las de su eco bajo el suelo (“¡Más alto... más alto... más alto!”). Todo el
relato presenta un fraseo breve y nervioso propio de una confesión oral. Como era
propio en Poe, cada palabra está enfocada al avance de la historia hacia un
desenlace revelador. Así, las primeras palabras del texto (“¡Es cierto!”) son
una confesión de culpa, usada también para captar la atención del lector, lo
mismo que las llamadas al supuesto
destinatario (“Presten atención ahora”; “¿Me siguen ustedes con atención?”). La
confesión se repite al final (“¡Confieso que lo maté!”), poco antes de rematar
el relato con la enésima repetición de la palabra “corazón”.
Comente la producción
literaria del autor con especial atención a la obra seleccionada. El
corazón delator
(título original en inglés: The Tell-Tale
Heart), también conocido como El
corazón revelador, es un cuento del escritor estadounidense Edgar Allan Poe
(Boston, 1809- Baltimore, 1849), cuya obra y
biografía atormentada lo convierten en el máximo exponente del
Romanticismo norteamericano. El relato, un clásico de la literatura gótica, se
publicó por primera vez en el periódico literario The Pioneer en enero de 1843. Posteriormente ha sido adaptado en
múltiples ocasiones, para presentarlo como un monólogo teatral o llevarlo al cine. Los
cuentos de Poe se caracterizan por su inclinación hacia lo terrorífico: muchos de ellos buscan crear una sensación de temor en el lector y mantenerlo en suspenso. En El corazón delator, el lector cree hasta
casi el final que el narrador y antihéroe protagonista, pudiera salir impune de
la comisión de su crimen, tan meticulosa y perfecta, pero Poe le da un giro
inesperado: se revela que el personaje principal realmente está loco. El
narrador cae por su propia culpa, por la que nos damos cuenta además de que tiene un trastorno mental (el novelista escocés Robert Louis
Stevenson, destacó del relato la «inverosímil agudeza en el resbaladizo terreno
entre la cordura y la demencia»).
Poe, con su obra y
escritos teóricos, desarrolló la poética del cuento literario moderno,
concebido desde un principio bajo el control absoluto del autor, quien lleva al
lector a un efecto final, lo que determina su economía de medios y
brevedad. A pesar de ello, su obra fue entendida mejor por los
extranjeros después de su muerte (con Baudelaire a la cabeza, que lo tradujo al
francés), que por sus compatriotas en vida. Su mejor traductor al español, el
también genial cuentista argentino Julio Cortázar, los clasificó bajo las
siguientes categorías: de terror, sobrenaturales, metafísicos, analíticos, de anticipación
y retrospección, de paisaje y grotescos
y satíricos. Entre ellos destacan aquellos
en los bucea en los aspectos más oscuros del alma humana (la crueldad, la
venganza, el alcohol, el miedo) en la línea gótica de misterio y terror del
Romanticismo, de la que fue el mejor heredero. Algunos de sus cuentos de terror
más conocidos son La venganza del señor
Valdemar, El gato negro o La caída de la casa Usher (con un
protagonista tan hipersensible como el narrador del comentado). Además que
anticipó algunas de las tendencias literarias posteriores, como la novela
policíaca (La carta robada, Los crímenes de la Rue Morgue, El escarabajo
de oro), con su analítico detective Auguste Dupin, predecesor claro de
Sherlock Holmes.
Sitúe al autor en su
contexto literario e histórico
El subgénero narrativo llamado
cuento sufrió en el siglo XIX una revitalización enorme, gracias entre otros a
la reformulación del mismo que plantearon autores como Poe. Desde la
Antigüedad hasta la Edad Media el relato
breve había mantenido su función didáctica bajo diversas etiquetas (apólogos,
ejemplos, consejas). Sin embargo a partir del Renacimiento, con Boccaccio, había
perdido esa intención moralizadora. Durante el primer tercio del siglo XIX, en
pleno Romanticismo, el auge de este subgénero se manifestó por dos caminos: por
una parte, el cuento popular interesó como depositario del volkgeist o espíritu del pueblo (es el caso de la recopilación de
los hermanos Grimm); por la otra, se utilizó para dar cauce a narraciones
fantásticas de carácter sobrenatural como los cuentos de Hoffman o los relatos
góticos ingleses (Gothic Tales, como El vampiro,
de Polidori). Esta última línea, de la que ya había buenos ejemplos en Estados
Unidos (La leyenda de Sleepy Hollow,
de Washington Irving) fue adoptada y mejorada en los relatos de Poe, como ya se
ha expuesto. Su prematura muerte por alcoholismo también encaja en la actitud vital desordenada de los románticos (Byron, Shelley)
precursora del malditismo que llevarían al colmo los posteriores Baudelaire,
Rimbaud y Mallarme.
Incluso agotado ya el gusto
romántico por el misterio y el terror, la influencia de Poe se percibe en
autores del posterior Realismo, como el ruso Anton Chejov, maestro
igualmente del cuento recreador de atmósferas, si ya no siniestras, igualmente
opresoras para el protagonista (el niño huérfano Vanka, el pobre cochero de La tristeza). Antes que el ruso, Maupassant había utilizado la
brevedad del formato para criticar sin piedad las miserias de la burguesía
francesa (las pretensiones de Mathilde Loisel en El collar, la hipocresía en Bola de sebo). Por último, otro maestro
de las narraciones breves atmosféricas es el uruguayo Horacio Quiroga, quien
frecuentemente usa el tema de la muerte para sus relatos y continuó la
preceptiva sobre el subgénero iniciada por Poe. Con él se abrió en
Hispanoamérica una tradición de grandes cuentistas que alcanza a nuestros días.
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