La
primera mitad del siglo XX fue un tiempo convulso caracterizado por notables
cambios políticos, ideológicos y culturales. Esto afectó a todos los géneros
literarios. El teatro no fue ajeno a esta dinámica, como no lo fue al
transcurrir de los acontecimientos históricos y a la renovación artística de
las vanguardias. El papel de algunos directores en esta renovación dramática fue decisivo. Buen ejemplo de ello fue André Antoine, quien creó el concepto de “cuarta
pared” por el que los actores se desenvuelven en escena de forma
natural, como si no hubiera público, al que pueden incluso dar la espalda. Por
su parte, el ruso Stanislavsky propuso
un nuevo método para conseguir que el actor se identificara con su personaje y lograr
así mayor verosimilitud. También antecedente destacado fue Ubú rey (1896) de Alfred
Jarry, obra precursora del teatro surrealista y del absurdo. Por su parte,
Antonin Artaud desarrolló el concepto
del “teatro de la crueldad” en su tratado El
teatro y su doble, en el que propone de impresionar a los espectadores,
mediante situaciones impactantes e inesperadas. Sin embargo, los dos
movimientos más destacados y perfilados del siglo XX fueron por una parte, el teatro épico y de compromiso y, por la otra, el teatro del absurdo.
Bertolt Brecht |
El teatro del
compromiso propone la utilización del género dramático como vehículo de
propaganda política. Se trata de suscitar actitudes críticas en el espectador
por medio de formas narrativas y utilizando el distanciamiento entre espectador
y personaje. Su principal figura fue el alemán Bertolt Brecht (1898-1956), creador del teatro épico, que pretendía mover conciencias e incitar a que las
masas actuaran, conforme a su ideología marxista. Considerado por los nazis
como traidor, sus obras fueron prohibidas y tuvo que exiliarse de Alemania. Acabada
la Segunda Guerra Mundial, se trasladó al Berlín oriental controlado por los
soviéticos y fundó su propia compañía teatral, el "Berliner
Ensemble". Su teatro didáctico y político, intenta concienciarnos de la
necesidad de transformar la sociedad, por medio de innovaciones dramáticas
llamadas técnicas de distanciamiento.
Brecht quería que el espectador se mantuviera lúcido, tomara conciencia y
reaccionara ante los conflictos sociales que planteaba en escena. Por ello, evitó la dramaturgia tradicional, que buscaba
la identificación del espectador con el personaje. Frente a este planteamiento,
Brecht propuso el distanciamiento
crítico del teatro épico, mostrar al espectador que lo que está viendo no
es la verdad, sino la representación de la verdad, para que el espectador
presencie con cierta “distancia” lo que ocurre en escena y lo pueda juzgar
críticamente. Para conseguirlo, utiliza personajes narradores que anuncian lo
que va a suceder; mezcla farsa y drama, el lenguaje coloquial con el retórico;
rompe la tensión con canciones y recitados; exagera la teatralidad de los
actores, para que se note que están actuando; y crea una escenografía
antirrealista, dejando la tramoya a la vista o los focos de luz visibles. Brecht
denuncia en sus obras la guerra, la explotación y la represión. Sus personajes
no son héroes, sino criaturas contradictorias, de las que nos ofrece su lado
más débil y humano. Entre sus obras destacan Madre Coraje y sus hijos,
sobre una mujer que pierde a sus hijos en la guerra; Vida de Galileo, donde
reflexiona sobre el compromiso de los intelectuales con la sociedad; La
evitable ascensión de Arturo Ui, una alegoría sobre el ascenso de
Hitler al poder, que no se representó en vida de Brecht.
Alrededor de 1950 surge el teatro del absurdo en Francia, muy influido por el existencialismo, movimiento que expresa el malestar ante una vida vacía de significado. Lo que distingue el teatro del absurdo del existencialista es la forma. Sartre y Camus, novelistas y dramaturgos existencialistas utilizaron un estilo tradicional y argumentos lógicos para expresar su angustia por el sinsentido de la existencia. El teatro del absurdo, sin embargo, presenta el sinsentido de la condición humana absurdamente: se plantean situaciones ilógicas, acciones y diálogos incoherentes, personajes vacíos que usan un lenguaje igualmente absurdo que no sirve para comunicarse ni para explicar racionalmente el mundo (frases sin sentido, balbuceos, monólogos incoherentes...). La estructura concentra habitualmente acontecimientos en un acto y en el estilo, se emplea la caricaturización, la hipérbole, las imágenes oníricas. Al italiano Luigi Pirandello (1867-1936)se le considera el precursor del teatro del absurdo. En sus obras trata la agobiante sensación de desasosiego y angustia que invade al hombre moderno. Escribe Seis personajes en busca de autor, donde realiza una indagación poética sobre la realidad humana desarrollando el recurso del "teatro dentro del teatro". Los personajes van apareciendo en escena, reclaman al autor, a los espectadores y sobre todo a los actores una vida auténtica, es decir, que se les trate como personas.
Eugène Ionesco |
Eugene Ionesco
(1909-1994), escritor francés de
origen rumano, es uno de los creadores del absurdo. Dentro de sus obras
destacan La cantante calva, obra en la que no aparece ninguna cantante,
sino dos matrimonios y un bombero cuya charla estúpida acaba en un delirio de
gritos sin sentido; La lección, con un profesor que, para explicar el término cuchillo,
mata con él a su alumna; y El rinoceronte, en la que todos los
habitantes de una ciudad se convierten en el animal del título. Por su parte, el
irlandés Samuel Beckett (1906- 1989)
escribió en francés la mayor parte de su obra, por la que obtuvo el premio
Nobel en 1969. Critica a la sociedad en la que vive y muestra su pesimismo
sobre el ser humano. Plantea temas como la imposibilidad de comunicación entre
los hombres, la soledad o el sentido de la vida. Escribe Esperando a Godot (1952)
obra en la que el autor anula el escenario (un lugar extraño donde solo hay un
árbol), anula también la acción y la identidad de los protagonistas (cada cual
podría ser el otro sin que nada cambiase). La obra presenta a dos vagabundos
andrajosos que dialogan mientras esperan a un tal señor Godot, que nunca llega.
En esa espera meditan acerca de la vida, juegan, se tropiezan con otros
personajes (el tirano Pozzo y su esclavo Lucky). Al final de cada uno de los
dos actos de la obra reciben el mensaje de que Godot no vendrá hoy pero sí
mañana, por lo que se supone que Vladimir
y Estragon seguirán esperando. La obra es una parábola sobre la existencia
humana, en la que la figura de Godot ha sido interpretada como si fuera Dios,
de quien el hombre espera obtener el sentido de la existencia.
Pozzo, Lucky, Estragón y Vladimir en escena. |
Otras obras
suyas son Final de partida, con personajes lisiados y metidos en cubos de
basura o Días felices, donde un personaje se va hundiendo lentamente en
un montículo de tierra, pese a lo cual encuentra motivos para considerar sus
"días felices".
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