Gustave Flaubert es considerado el mejor
novelista de su siglo y el fundador de la novela contemporánea. Aunque realizó viajes al extranjero y pasó temporadas en París, donde se
relacionó con escritores como Víctor Hugo, prefirió siempre la compañía de sus
familiares y la vida provinciana. Se mantuvo al margen de la agitación política
de la época, por lo que se le ha visto más como un intelectual puro que como un
hombre de acción.
Su particular realismo, que ya matizamos con sus propias palabras, se caracteriza por
tres rasgos fundamentales:
- La preocupación por una sólida documentación
- La impersonalidad del narrador
- La búsqueda apasionada de la belleza formal, mediante la perfección del estilo: sonoridad y colorido del lenguaje, el ritmo y la armonía de la prosa
El afán realista le lleva a documentarse minuciosamente mediante la
observación de las personas y la lectura de las más dispares materias. El afán de objetividad la hace mantenerse impasible, neutral ante los
conflictos que plantea, postura que, en su tiempo, fue considerada como amoral. Para elevar lo vulgar a categoría
de bello, Flaubert hubo de trabajar incansablemente el estilo, término que para él abarca no solo el tratamiento del
lenguaje (composición de la frase, utilización de imágenes, sonoridad,
precisión…), sino todo lo referente a la estructura (punto de vista narrativo,
orden del relato, organización del tiempo, gradación de los efectos,
presentación de los datos).
MADAME
BOVARY (1857)
Es esta una de las novelas más
admiradas de todos los tiempos y su heroína uno de los personajes más
estudiados por médicos, psicólogos, sociólogos y críticos literarios.
Varias razones justifican esta
fama:
- La habilidad en el desarrollo de la trama, con la que Flaubert quiere poner de manifiesto tanto las falsedades de la educación romántica, como la mediocre e insípida vida burguesa.
- El profundo análisis psicológico de los personajes, especialmente de los protagonistas, quienes, carentes de voluntad y a merced de los acontecimientos o de sus instintos, caminan al caos inexorablemente. Ni héroes ni malvados: gente común, vulgar, hecha de pequeñeces, miserias y cortas ambiciones, como la que constituye el magma de toda sociedad.
- La objetividad y minuciosidad científica con la que Flaubert describe los ambientes y situaciones por las que atraviesan sus personajes, ante cuya acción nunca toma partido.
- La calidad de la prosa, a la que intentó dotar de la misma precisión, armonía y belleza que el verso.
- La raigambre cervantina de la protagonista (“Quijote con faldas”). Tanto Emma como D. Quijote son unos inadaptados que intentan hacer realidad sus sueños en un mundo que ya no es el suyo. Las lecturas les ocasionan la pérdida, a él de la razón; a ella, del sentido moral.
TEMA
La obra es la historia de una
mujer a la que su insatisfacción y su irrefrenable fantasía (alimentada por el
romanticismo de sus lecturas) la llevan a soñar con una vida que no le
corresponde. El choque con la realidad prosaica, mediocre y vulgar de la
existencia cotidiana es la causa de su búsqueda de evasión en el adulterio y el
lujo, pero ese sueño termina y solo le queda la derrota y la consiguiente
frustración que acaba en suicidio.
ARGUMENTO Y ESTRUCTURA:
Madame Bovary se divide en tres
partes:
En la primera
parte predomina la descripción. En la segunda, a partir de la instalación del
matrimonio en Yonville, el diálogo cobra importancia y al final pasa a ser la
forma predominante de la narración.
La primera parte consta de 9
capítulos y se centra en el estudio psicológico de los dos personajes
principales: Charles Bovary y Emma Rouault.
Relata los
primeros años de vida de Charles Bovary, joven introvertido y poco
ambicioso, dominado por su madre. Estudia medicina, pero su falta de
interés y su escasa inteligencia lo convertirán en un médico mediocre. Sin
demasiado convencimiento se casa con una mujer viuda mayor que él a la que no
ama. Sin embargo, en una visita médica conoce a Emma Rouault, hija de un
labrador adinerado, y se queda prendado de su belleza. Meses después enviuda y
decide pedirle la mano de su hija al señor Rouault. Emma, que recibió una
educación exquisita en el convento de monjas y que se aficionó a la lectura de
libros románticos, cree que por fin saldrá de una vida miserable y anodina y
centra su ilusión en la boda con el médico. Así como Charles llega a la cima de
su felicidad, Emma descubre pronto que su vida matrimonial no tiene nada
que ver con la vida de las heroínas de los libros. Casualmente, son invitados a
un baile donde Emma descubre que la vida de los libros existe en la realidad,
pero también comprende que esta vida le está negada a ella. Su estado anímico
se resiente y Charles decide buscar otro destino para que su mujer se recupere.
Emma se queda embarazada.
La segunda parte consta de 15
capítulos y describe la evolución psicológica de Emma y su primera infidelidad.
Los Bovary llegan a Yonville donde son recibidos con gran
expectación por todos los vecinos. Emma, que pensaba que allí podría ser feliz
pronto se asfixia en el ambiente puritano y rutinario del pueblo. Ni siquiera
el nacimiento de su hija Berthe llenará su vida. Como contraste, Charles es
completamente feliz y enseguida se mimetiza con los aldeanos, para espanto de
Emma. Esta empieza a sentirse atraída por el joven pasante, León, que comparte
con ella el gusto por las artes. Aunque León intenta un acercamiento Emma no es
capaz de engañar a su marido. León entonces decide cumplir su sueño y se marcha
a París. Cae nuevamente en la depresión pero conoce a Rodolphe,
mujeriego, vividor y rico que se propone seducir a Emma consciente de la infelicidad
de la mujer de Charles, a quien él considera un patán. Emma se enamora
perdidamente de su amante, no guarda suficiente discreción, aunque Charles
no sospecha nada, gasta cada vez más, deseosa de estar a la altura de la
clase social de Rodolphe. Este, que es un hombre independiente, acabará por
sentirse atrapado por Emma y, cuando habían planeado escaparse juntos, la
abandona. La joven cae entonces gravemente enferma. Meses después empieza
a recuperarse y Charles, para animarla, la lleva a ver una obra de teatro a
Rouen.
La tercera parte consta de 11
capítulos y narra el idilio entre Emma y León. En Rouen se encuentran
casualmente y éste y Emma inician una apasionada historia de amor. Emma da
rienda suelta a sus ansias de amor y riqueza y gasta más de lo que tiene
instigada por Lheureux, que conoce la relación de los jóvenes. A Léon lo
asusta el desenfreno de Emma y pone fin a la relación. Ella, acuciada por las
deudas, que arruinan a Charles, y trastornada por su fracaso sentimental,
decide poner fin a su vida. Se suicida tomando arsénico y muere tras una
horrenda agonía. Charles cae en un abatimiento atroz, sobre todo tras descubrir
las cartas que Léon enviaba a Emma. Un día su hija lo encuentra muerto y ella
debe ir a vivir con una tía lejana.
NARRADOR:
El narrador de la historia se desdobla en
varios de manera tan sutil que el lector apenas percibe el cambio de
perspectiva.
La novela se inicia en primera persona del
plural con la descripción de la llegada
de Charles a la escuela. Se ha identificado a este narrador con el propio autor
que relata sus recuerdos de colegio aportando un testimonio histórico que sirve
para dar mayor sensación de realismo. Es alguien que está allí, en el aula en la que Charles entra precedido
del director. Es un narrador que oye - y quizás participe en ellas- las
burlas con las que los demás reciben al muchacho provinciano. Convive con
Charles los años que este pasa en el colegio. Es un narrador testigo del que no
sabemos nada que se esconde en un “nous” plural y general, como si fuese un
narrador colectivo, como si se refiriese a un grupo de alumnos y no a un ser
individual, lo que lo mantiene aún más en el anonimato. Este
narrador está presente solo en el primer capítulo y se desvanece
imperceptiblemente para dar lugar a otro narrador, ya que se van a contar los
antecedentes familiares de Charles, algo que el enigmático “nous” no puede
conocer.
Por otra parte, la voz principal del relato es
un narrador omnisciente, que
describe tanto la realidad exterior y sus detalles como la psicología de los
personajes. Es quien narra
casi todo lo que ocurre. No forma parte del mundo narrado, es exterior a él y
habla desde la 3ª persona del singular. Conoce tanto lo que sucede en el mundo
exterior como la secreta intimidad de los personajes. Ese narrador sabe
dosificar muy bien su información y, a veces, comunica datos al lector,
otras se los oculta hábilmente y, en muchas ocasiones, da voz a los personajes
y actúa a través de sus pensamientos. Por eso, en Madame Bovary no podemos
hablar de un único narrador, sino de varios; o de uno solo que relata desde diferentes
perspectivas:
1.- El narrador imparcial o
invisible: En gran parte del relato, el narrador omnisciente actúa como un
narrador objetivo, como un observador que no se deja ver: dice lo que ocurre
pero no lo califica, se limita a transmitir la actuación de los personajes.
Actúa como una cámara cinematográfica. Flaubert pensaba que la obra de
arte debía dar impresión de autosuficiencia y que para conseguirlo era
indispensable que el narrador se esfumara. La invisibilidad le exige al
narrador una actitud impasible frente a lo que narra, le prohíbe entrometerse
en lo que narra para sacar conclusiones o dictar sentencias. Su función no es
condenar ni absolver, sino describir. En vez de opinar directamente
encadena los episodios y elige ciertos acontecimientos, iluminando y
oscureciendo la conducta de los personajes en los momentos oportunos,
provocando ciertos diálogos, etc. Pero hay momentos en los que este
narrador omnisciente deja de ser invisible y ocupa el primer plano de la
narración.
2.-El narrador-filósofo:
a veces el narrador omnisciente deja de lado el relato para pronunciar
sentencias filosóficas, conclusiones morales o reglas de vida. Así sucede
cuando Emma y Léon se encuentran de nuevo y el narrador muestra al joven, no ya
como un muchacho tímido, sino como un hombre desenvuelto seguro de gustarle a
Emma.
Además de estos, existen otros
narradores ocasionales que sustituyen al omnisciente en los monólogos de los
distintos personajes.
El estilo indirecto libre. El gran
aporte técnico de Flaubert consiste en acercar tanto el narrador omnisciente al
personaje que las fronteras entre ambos se evaporan, hasta el punto de que el
lector no sabe si aquello que el narrador dice proviene del relator invisible o
del propio personaje que está monologando mentalmente:
“Pero, ¿cómo cortar todo
aquello? Por muy humillada que se sintiera al darse cuenta de lo sórdida que
era su felicidad, seguía aferrada a ella por rutina o por corrupción, y se le
agostaba precisamente a fuerza de no querer soltarla y de desearla mayor. Le
echaba en cara a Léon que había matado sus ilusiones, que la había defraudado.”
¿Quién piensa, el narrador o
Emma? La astucia de Flaubert consiste en haber recortado la omnisciencia del
narrador; ya no lo sabe todo, su poder ha disminuido, es idéntico al de
un personaje. Es un estilo empleado para narrar la intimidad (recuerdos,
sentimientos, sensaciones, ideas) desde adentro, es decir, para acercar lo más
posible al lector y al personaje. El estilo indirecto libre consigue una
aproximación a la conciencia del personaje que Flaubert logra gracias al uso
del pretérito imperfecto y de la interrogación.
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