miércoles, 4 de febrero de 2015

Sobre Flaubert y Madame Bovary



Gustave Flaubert es considerado el mejor novelista de su siglo y el fundador de la novela contemporánea. Aunque realizó viajes al extranjero y pasó temporadas en París, donde se relacionó con escritores como Víctor Hugo, prefirió siempre la compañía de sus familiares y la vida provinciana. Se mantuvo al margen de la agitación política de la época, por lo que se le ha visto más como un intelectual puro que como un hombre de acción.

Su particular realismo, que ya matizamos con sus propias palabras, se caracteriza por tres rasgos fundamentales:
  • La preocupación por una sólida documentación
  • La impersonalidad del narrador
  • La búsqueda apasionada de la belleza formal, mediante la perfección del estilo: sonoridad y colorido del lenguaje, el ritmo y la armonía de la prosa
El afán realista le lleva a documentarse minuciosamente mediante la observación de las personas y la lectura de las más dispares materias. El afán de objetividad la hace mantenerse impasible, neutral ante los conflictos que plantea, postura que, en su tiempo, fue considerada como amoral. Para elevar lo vulgar a categoría de bello, Flaubert hubo de trabajar incansablemente el estilo, término que para él abarca no solo el tratamiento del lenguaje (composición de la frase, utilización de imágenes, sonoridad, precisión…), sino todo lo referente a la estructura (punto de vista narrativo, orden del relato, organización del tiempo, gradación de los efectos, presentación de los datos).

MADAME BOVARY (1857)

Es esta una de las novelas más admiradas de todos los tiempos y su heroína uno de los personajes más estudiados por médicos, psicólogos, sociólogos y críticos literarios.
Varias razones justifican esta fama:
  • La habilidad en el desarrollo de la trama, con la que Flaubert quiere poner de manifiesto tanto las falsedades de la educación romántica, como la mediocre e insípida vida burguesa.
  • El profundo análisis psicológico de los personajes, especialmente de los protagonistas, quienes, carentes de voluntad y a merced de los acontecimientos o de sus instintos, caminan al caos inexorablemente. Ni héroes ni malvados: gente común, vulgar, hecha de pequeñeces, miserias y cortas ambiciones, como la que constituye el magma de toda sociedad.
  •  La objetividad y minuciosidad científica con la que Flaubert describe los ambientes y situaciones por las que atraviesan sus personajes, ante cuya acción nunca toma partido.
  • La calidad de la prosa, a la que intentó dotar de la misma precisión, armonía y belleza que el verso.
  • La raigambre cervantina de la protagonista (“Quijote con faldas”). Tanto Emma como D. Quijote son unos inadaptados que intentan hacer realidad sus sueños en un mundo que ya no es el suyo. Las lecturas les ocasionan la pérdida, a él de la razón; a ella, del sentido moral.
TEMA

Madame Bovary es la historia de Emma, una mujer bella, joven y frustrada en su matrimonio que sueña con una existencia marcada por el lujo, las grandes pasiones y los entretenimientos propios de la clase alta. Al no encontrar nada de esto en su vida conyugal, busca la felicidad en otros hombres, gasta más de lo que tiene y, cuando sus infidelidades y deudas están a punto de ser descubiertas por todo el mundo, incluido su marido, decide poner fin a su vida. El autor centra su análisis en el perfil psicológico de la protagonista, Emma, que será el motor de la acción y el hilo argumental que dé unidad a la novela. Al parecer, Flaubert se basó en un hecho real.

La obra es la historia de una mujer a la que su insatisfacción y su irrefrenable fantasía (alimentada por el romanticismo de sus lecturas) la llevan a soñar con una vida que no le corresponde. El choque con la realidad prosaica, mediocre y vulgar de la existencia cotidiana es la causa de su búsqueda de evasión en el adulterio y el lujo, pero ese sueño termina y solo le queda la derrota y la consiguiente frustración que acaba en suicidio.

ARGUMENTO Y ESTRUCTURA:

Madame Bovary se divide en tres partes:
En la primera parte predomina la descripción. En la segunda, a partir de la instalación del matrimonio en Yonville, el diálogo cobra importancia y al final pasa a ser la forma predominante de la narración.
       La primera parte consta  de 9 capítulos y se centra en el estudio psicológico de los dos personajes principales: Charles Bovary y Emma Rouault.
  Relata los primeros años de vida de Charles Bovary, joven introvertido y poco
ambicioso, dominado por su madre. Estudia medicina, pero su falta de interés y su escasa inteligencia lo convertirán en un médico mediocre. Sin demasiado convencimiento se casa con una mujer viuda mayor que él a la que no ama.  Sin embargo, en una visita médica conoce a Emma Rouault, hija de un labrador adinerado, y se queda prendado de su belleza. Meses después enviuda y decide pedirle la mano de su hija al señor Rouault. Emma, que recibió una educación exquisita en el convento de monjas y que se aficionó a la lectura de libros románticos, cree que por fin saldrá de una vida miserable y anodina y centra su ilusión en la boda con el médico. Así como Charles llega a la cima de su felicidad, Emma descubre pronto  que su vida matrimonial no tiene nada que ver con la vida de las heroínas de los libros. Casualmente, son invitados a un baile donde Emma descubre que la vida de los libros existe en la realidad, pero también comprende que esta vida le está negada a ella. Su estado anímico se resiente y Charles decide buscar otro destino para que su mujer se recupere. Emma se queda embarazada.
       La segunda parte consta de 15 capítulos y describe la evolución psicológica de Emma y su primera infidelidad.
Los Bovary  llegan a Yonville donde son recibidos con gran expectación por todos los vecinos. Emma, que pensaba que allí podría ser feliz pronto se asfixia en el ambiente puritano y rutinario del pueblo. Ni siquiera el nacimiento de su hija Berthe llenará su vida. Como contraste, Charles es completamente feliz y enseguida se mimetiza con los aldeanos, para espanto de Emma. Esta empieza a sentirse atraída por el joven pasante, León, que comparte con ella el gusto por las artes. Aunque León intenta un acercamiento Emma no es capaz de engañar a su marido. León entonces decide cumplir su sueño y se marcha a París. Cae nuevamente en la depresión pero conoce a Rodolphe,  mujeriego, vividor y rico que se propone seducir a Emma consciente de la infelicidad de la mujer de Charles, a quien él considera un patán.  Emma se enamora perdidamente de su amante, no guarda suficiente discreción, aunque Charles no  sospecha nada, gasta cada vez más, deseosa de estar a la altura de la clase social de Rodolphe. Este, que es un hombre independiente, acabará por sentirse atrapado por Emma y, cuando habían planeado escaparse juntos, la abandona.  La joven cae entonces gravemente enferma. Meses después empieza a recuperarse y Charles, para animarla, la lleva a ver una obra de teatro a Rouen.
        La tercera parte consta de 11 capítulos y narra el idilio entre Emma y León. En Rouen  se encuentran casualmente y éste y Emma inician una apasionada historia de amor. Emma da rienda suelta a sus ansias de amor y riqueza y  gasta más de lo que tiene instigada por Lheureux, que conoce la relación de los jóvenes.  A Léon lo asusta el desenfreno de Emma y pone fin a la relación. Ella, acuciada por las deudas, que arruinan a Charles, y trastornada por su fracaso sentimental, decide poner fin a su vida. Se suicida tomando arsénico y muere tras una horrenda agonía. Charles cae en un abatimiento atroz, sobre todo tras descubrir las cartas que Léon enviaba a Emma. Un día su hija lo encuentra muerto y ella debe ir a vivir con una tía lejana.

NARRADOR:

 El narrador de la historia se desdobla en varios de manera tan sutil que el lector apenas percibe el cambio de perspectiva.
 La novela se inicia en primera persona del plural con la  descripción de la llegada de Charles a la escuela. Se ha identificado a este narrador con el propio autor que relata sus recuerdos de colegio aportando un testimonio histórico que sirve para dar mayor sensación de realismo. Es alguien que está allí, en el aula en la que Charles entra precedido del director. Es un narrador que oye - y quizás participe en ellas-  las burlas con las que los demás reciben al muchacho  provinciano. Convive con Charles los años que este pasa en el colegio. Es un narrador testigo del que no sabemos nada que se esconde en un “nous” plural y general, como si fuese un narrador colectivo, como si se refiriese a un grupo de alumnos y no a un ser individual, lo que  lo  mantiene aún más  en el anonimato. Este narrador está presente solo en el primer capítulo y se desvanece imperceptiblemente para dar lugar a otro narrador, ya que se van a contar los antecedentes familiares de Charles, algo que el enigmático “nous” no puede conocer.

 Por otra parte, la voz principal del relato es un narrador omnisciente, que describe tanto la realidad exterior y sus detalles como la psicología de los personajes. Es quien narra casi todo lo que ocurre. No forma parte del mundo narrado, es exterior a él y habla desde la 3ª persona del singular. Conoce tanto lo que sucede en el mundo exterior como la secreta intimidad de los personajes. Ese narrador sabe dosificar muy bien su información y, a veces, comunica datos al lector,  otras se los oculta hábilmente y, en muchas ocasiones, da voz a los personajes y actúa a través de sus pensamientos. Por eso, en Madame Bovary no podemos hablar de un único narrador, sino de varios; o de uno solo que relata desde diferentes perspectivas:
1.- El narrador imparcial o invisible: En gran parte del relato, el narrador omnisciente actúa como un narrador objetivo, como un observador que no se deja ver: dice lo que ocurre pero no lo califica, se limita a transmitir la actuación de los personajes. Actúa como una cámara cinematográfica. Flaubert  pensaba que la obra de arte debía dar impresión de autosuficiencia y que para conseguirlo era indispensable que el narrador se esfumara. La invisibilidad le exige al narrador una actitud impasible frente a lo que narra, le prohíbe entrometerse en lo que narra para sacar conclusiones o dictar sentencias. Su función no es condenar ni absolver, sino describir. En  vez de opinar directamente encadena los episodios y elige ciertos acontecimientos, iluminando y oscureciendo la conducta de los personajes en los momentos oportunos, provocando ciertos diálogos, etc.  Pero hay momentos en los que este narrador omnisciente deja de ser invisible y ocupa el primer plano de la narración.
2.-El narrador-filósofo: a veces el narrador omnisciente deja de lado el relato para  pronunciar sentencias filosóficas,  conclusiones morales o reglas de vida. Así sucede cuando Emma y Léon se encuentran de nuevo y el narrador muestra al joven, no ya como un muchacho tímido, sino como un hombre desenvuelto seguro de gustarle a Emma.
Además de estos, existen otros narradores ocasionales que sustituyen al omnisciente en los monólogos de los distintos personajes.

 El estilo indirecto libre. El gran aporte técnico de Flaubert consiste en acercar tanto el narrador omnisciente al personaje que las fronteras entre ambos se evaporan, hasta el punto de que el lector no sabe si aquello que el narrador dice proviene del relator invisible o del propio personaje que está monologando mentalmente:
“Pero, ¿cómo cortar todo aquello? Por muy humillada que se sintiera al darse cuenta de lo sórdida que era su felicidad, seguía aferrada a ella por rutina o por corrupción, y se le agostaba precisamente a fuerza de no querer soltarla y de desearla mayor. Le echaba en cara a Léon que había matado sus ilusiones, que la había defraudado.”
¿Quién piensa, el narrador o Emma? La astucia de Flaubert consiste en haber recortado la omnisciencia del narrador; ya no lo sabe todo,  su poder ha disminuido, es idéntico al de un personaje. Es un estilo empleado para narrar la intimidad (recuerdos, sentimientos, sensaciones, ideas) desde adentro, es decir, para acercar lo más posible al lector y al personaje. El estilo indirecto libre consigue una aproximación a la conciencia del personaje que Flaubert logra gracias al uso del pretérito imperfecto y de la interrogación.

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