miércoles, 25 de noviembre de 2009

Leriano contra la misoginia

Pues resulta que hoy se celebra en todo el mundo el Día internacional contra la violencia de género, lo que en castellano pulido deberíamos llamar violencia machista o llanamente maltrato. Como habréis podido comprobar estos días en clase, abundan muestras en la literatura medieval castellana de esa tradición misógina en la que se inspiran estas conductas, por desgracia tan actuales. Sirven como ejemplos de aquel machismo rampante el Sendebar o Libro de los engaños de las mujeres y el ejemplo XXXV de El conde Lucanor, aquel en que se enseña a someter a la esposa rebelde.

Para contrarrestar los mensajes de esos textos os he pedido que escribáis un relato en pro de la igualdad para el que seguro no os faltan ideas. Por si acaso, va el inicio de defensa de la mujer que hace Laureano poco antes de morir en la Cárcel de amor de Diego de San Pedro, cuya lectura os recomiendo, ya que por viejo que resulte un libro (este es de 1492), siempre puede ofrecernos algún provecho.

Da Leriano veinte razones por que los hombres son obligados a las mujeres

Tefeo: pues has oído las causas por que sois culpados tú y todos los que opinión tan errada seguís, dejada toda prolijidad, oye veinte razones por donde me proferí a probar que los hombres a las mujeres somos obligados. De las cuales la primera es porque a los simples y rudos disponen para alcanzar la virtud de la prudencia, y no solamente a los torpes hacen discretos, mas a los mismos discretos más sutiles, porque si de la enamorada pasión se cautivan, tanto estudian su libertad, que avivando con el dolor el saber, dicen razones tan dulces y tan concertadas que alguna vez de compasión que les han se libran de ella. Y los simples, de su natural inocentes, cuando en amar se ponen entran con rudeza y hallan el estudio del sentimiento tan agudo que diversas veces salen sabios, de manera que suplen las mujeres lo que naturaleza en ellos faltó.

La segunda razón es porque de la virtud de la justicia tan bien nos hacen suficientes que los penados de amor, aunque desigual tormento reciben, hanlo por descanso, justificándose porque justamente padecen. Y no por sola esta causa nos hacen gozar de esta virtud, mas por otra tan natural: los firmes enamorados, para abonarse con las que sirven, buscan todas las formas que pueden, de cuyo deseo viven justificadamente sin exceder en cosa de toda igualdad por no infamarse de malas costumbres.

La tercera, porque de la templanza nos hacen dignos, que por no serles aborrecibles, para venir a ser desamados, somos templados en el comer, en el beber y en todas las otras cosas que andan con esta virtud. Somos templados en el habla, somos templados en la mesura, somos templados en las obras, sin que un punto salgamos de la honestidad.

La cuarta es porque al que fallece fortaleza se la dan, y al que la tiene se la acrecientan: hácennos fuertes para sufrir, causan osadía para cometer, ponen corazón para esperar. Cuando a los amantes se les ofrece peligro se les apareja la gloria, tienen las afrentas por vicio, estiman más la alabanza de la amiga que el precio del largo vivir. Por ellas se comienzan y acaban hechos muy hazañosos, ponen la fortaleza en el estado que merece. Si les somos obligados, aquí se puede juzgar.

[...]

Siguen otros quince argumentos que podéis encontrar en el enlace www.cervantesvirtual.com (lo tenéis a la derecha), buscando por el nombre del autor.

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