Aunque los autores románticos se
expresaron en todos los géneros literarios, como vimos con los precursores
alemanes (Goethe y su novela Werther, Schiller y su tragedia Don
Carlos), la poesía se ajustó mejor que ningún otro al espíritu del
movimiento, por el dominio de la individualidad, el subjetivismo y la función
emotiva característicos de este género literario. Aunque los poetas más
destacados fueron ingleses y alemanes, el espíritu del Romanticismo acabó
influyendo en toda la lírica europea.
1.- La poesía romántica
inglesa se manifestó en dos generaciones de escritores. La primera recibe
el nombre de lakistas o laguistas, porque sus componentes residieron una
temporada en la región de los lagos del noroeste de Inglaterra. Está representada sobre
todo por William Wordsworth (1770-1850) y Samuel Taylor Coleridge
(1770-1834), autores de una obra conjunta y anónima, las Baladas líricas (1798).
Los poetas de la segunda generación reciben el nombre de poetas satánicos o
rebeldes; forman parte de ella tres grandes figuras de la lírica inglesa: Lord
Byron (1788-1824), Percy Bysshe Shelley (1792-1822). Por razones
cronológicas se adscribe a esta a John Keats (1795-1821), a pesar de que
su poesía y su peripecia vital lo alejan de esa etiqueta.
A. Los poetas laguistas. WILLIAM WORDSWORTH (1770-1850) publicó como anónimas
en 1798 en
colaboración con Coleridge las Baladas líricas, cuyo prólogo es
considerado como el manifiesto del Romanticismo en Inglaterra (las cuatro
primeras composiciones eran de Coleridge y las demás de Wordsworth). Los temas
principales de su poesía nacen de la observación directa de la naturaleza por
los sentidos y de una intención de liberar al hombre en el ámbito político,
religioso y sexual, intención no ajena a la simpatía que en una época sintió
por la Revolución Francesa, contra cuyos ideales acabó sin embargo por
reaccionar. La renovación del lenguaje poético que propugnó y practicó consiste
básicamente en el alejamiento de la lengua convencional de la literatura a
favor de una dicción más cercana al habla común. Destaca en su producción el
poema autobiográfico The Prelude. Por su parte, SAMUEL TAYLOR
COLERIDGE (1772-1834) se destacó como el mayor teórico de la primera
generación del Romanticismo inglés, con quien compartió muchos ideales y
proyectos. Su adicción al opio y carácter voluble no le permitieron dejar una
obra poética más amplia, pero la Balada del viejo marinero y el Kubla Khan (de 1798, aunque publicado en 1816) bastan para reconocerle una
fisonomía propia, por su efusiva evocación de lo fantástico y de lo exótico.
Para Coleridge, como para Wordsworth, la naturaleza es la forma en que se
manifiesta lo divino y el medio para analizar la propia interioridad.
Mientras que Wordsworth se centra en el análisis del yo a partir de la
observación de las cosas sencillas de la vida cotidiana, Coleridge, en cambio,
recurre al pasado como un tiempo misterioso y fantástico, proyectando al lector
hacia el mundo de la imaginación y lo sobrenatural.
A. Los poetas laguistas. WILLIAM WORDSWORTH (1770-1850) publicó como anónimas
Paisaje romántico de Morgenstern |
B. Los poetas rebeldes o satánicos. George
Gordon Byron, más conocido como LORD BYRON (1788-1824), encarnó el mito
del poeta rebelde, aventurero y transgresor, favorecido por su origen
aristocrático y su atractivo físico (aunque cojeaba ligeramente).
Byron en vestido albanés, por T. Phillips |
En 1812, a la
vuelta del "Grand Tour", publicó los dos primeros cantos de Las
peregrinaciones del joven Harold, poema narrativo de tono autobiográfico de
gran éxito. Las deudas y los escándalos, como los de su separación matrimonial
y la relación amorosa con su hermanastra, le empujaron a marcharse primero a
Suiza (cerca del lago Leman, junto a Shelley y su mujer, donde esta concibió Frankenstein)
y luego a Italia. Tomó partido por la independencia de Grecia, pero murió
cuando estaba a punto de unirse a la lucha. Las obras más celebradas de Byron
fueron los poemas narrativos El corsario y el recordado, Don Juan,
cuyo héroe pasea por el mundo una mirada burlona. La influencia de Byron se
deja notar en la poesía y en la figura del español José de Espronceda (Canción
del Pirata, El estudiante de Salamanca).
PERCY B. SHELLEY (1792-1822) estudió en Eton y Oxford, de donde fue expulsado a raíz de la publicación del ensayo La
necesidad del ateísmo. Coincidió con Byron en Suiza y vivió también en
Italia (allí murió tras el naufragio de su yate). Su obra se distingue por el
aliento visionario, la inspiración utópica y una vena meditativa, presente en
muchas de sus piezas líricas y en el excelso Prometeo desencadenado
(1820). La plenitud de su poesía la alcanzó sin duda en Adonais
(1821), elegía a la memoria de su amigo John Keats. Capítulo aparte merece el
precoz JOHN KEATS (1795-1821), quien antes
de los quince años ya había leído a los clásicos y traducía a Virgilio. Amigo
de Shelley y Lord Byron, publicó su primer poemario completo bajo el título de Poemas
(1817), que no fue muy bien acogido por la crítica. Murió de tuberculosis, en
Italia, en 1821. Durante 1819 Keats escribió sus mejores poemas: Oda
a Psyche, Oda a una urna griega, Oda a un ruiseñor,
Oda a la melancolía y Oda al otoño, piezas clásicas
de la literatura inglesa, que aparecieron en el mejor de sus libros, Lamia,
Isabella, La víspera de santa Inés y otros poemas (1820). Sus
odas nacen de la inquietud romántica que provoca el reconocer el sentimiento
de fracaso, de limitación del hombre y del arte. Todas son una reflexión
sobre la transitoriedad de las cosas, el deseo de morir, sobre la
vulnerabilidad de la relación amorosa, la belleza en el arte y en la naturaleza.
También subyace en ellas otro de los temas básicos del repertorio romántico: la
naturaleza, un bien perdido por las circunstancias sociales y económicas
que siguieron a la Revolución Idustrial. Keats se recrea en la naturaleza
considerándola como medio de expresión de los sentimientos del alma y del
sentido trascendente de la vida. Vida y arte, belleza y verdad, son los temas
centrales de sus odas.
Tumba de John Keats en Roma, con su poético epitafio |
2. La poesía romántica alemana
había tenido un precedente en los autores del Sturm und Drang;
también se vio impulsada por las teorías de Schlegel, según las cuales la
poesía romántica debía retornar a la Edad Media para librarse de la influencia
clásica. El primer poeta destacado fue Friedrich Hölderlin
(1770-1843) que no encaja totalmente ni en Clasicismo ni en
Romanticismo, porque su pensamiento refleja elementos comunes a ambos. Su
obra cumbre es el Archipiélago. Por su parte, en la poesía de
Novalis (1772-1801, muerto prematuramente como tantos románticos) destacan
sus Himnos a la noche.
3. En Italia, el gran poeta romántico italiano fue Giacomo
Leopardi (1798-1837), aristócrata de provincias, que vivió entre la
soledad, la amargura y la inteligencia. Según él, el mundo y la realidad
conspiran para el sufrimiento del hombre, cuyo único consuelo está en la
reflexión, la creación y la vaga esperanza de dejar una obra perdurable.
Caracteriza su poesía un tono radicalmente pesimista y escéptico. El título
fundamental de su obra poética son los Cantos, centrados en la
evocación de la juventud frustrada, en el placer visto como interrupción del
dolor adulto y en las cavilaciones en torno a la vacuidad de la vida.
4. En Francia, hasta 1820,
Madame de Staël y François René de Chateaubriand fueron las dos grandes
figuras del Romanticismo francés. Posteriormente, la influencia de Rousseau,
Goethe y Lord Byron propició la aparición de un grupo poético en el que
destacaron Alphonse de Lamartine y Victor Hugo. El primero
escribió las Meditaciones, un conjunto de poemas elegíacos que
provocaron una gran conmoción. Por su parte, VICTOR HUGO, además de las
novelas Nuestra Señora de París y Los miserables y el drama Hernani,
escribió varios libros de versos, entre los que destacan Les feuilles
d´automne y Les contemplations.
LA NOVELA HISTÓRICA (seguramente no lo pregunten)
La novela romántica es
esencialmente histórica, es decir, está ambientada en el pasado,
normalmente medieval (lo que constituye un reflejo del nacionalismo). No
obstante, los protagonistas no suelen ser grandes figuras históricas. Este
hecho no es arbitrario, porque cuando se trata de un personaje de primera
magnitud, se conocen los acontecimientos y se impone la realidad, de forma que
el resultado es una historia novelada; con personajes anónimos, el escritor
tiene libertad para crear al héroe y establecer las condiciones necesarias para
enfrentarlo a su mundo.
Ilustración de una edición de Ivanhoe del siglo XIX |
La principal figura de este
subgénero fue el escocés Walter Scott (1771-1832), quien
publicó Waverley
en 1814, considerada la primera novela histórica. En esta novela se detectan ya
las características fundamentales de sus obras: el interés por el folclore
local; las descripciones de paisajes y de acontecimientos históricos; la enorme
fuerza de los diálogos; la caracterización del héroe típicamente romántica y la
influencia de la novela gótica. En 1823 publicó su obra más famosa, Ivanhoe,
que presenta el conflicto
anglo-escocés en el enfrentamiento entre normandos y
sajones durante la época de Ricardo Corazón de León. Los personajes de Scott
son héroes desconocidos, con los que el pueblo puede identificarse fácilmente;
son personajes planos, que permiten al autor tratar grandes conflictos
históricos y revivir el pasado desde una perspectiva nostálgica y conservadora.
En Francia destacaron el
prolífico Alejandro Dumas (1802-1870) autor de numerosas novelas (la
más famosa, Los tres mosqueteros) y, sobre todo, Victor Hugo, cuyas novelas se ambientan en
el pasado, pero conectándolo con los debates contemporáneos más importantes. De
hecho, todas están al servicio de una idea, lo que explica las numerosas
digresiones que interrumpen la narración; además, en sus obras, el narrador se
identifica con los pobres, hecho único por aquel entonces en la literatura
francesa, en la que los temas y los protagonistas se extraían del mundo de la
burguesía. Sus personajes están sometidos a una implacable fatalidad y, como
consecuencia, se ofrece una aproximación a lo sublime, una lucha titánica
destinada a fracasar. Su gran novela es Nuestra Señora de París
(1831).
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