martes, 14 de abril de 2015

La transformación de Kafka

La transformación o La metamorfosis

2.1 Exponga el contenido del fragmento y relaciónelo con la obra de la que se ha extraído.

La metamorfosis o La transformación narra la historia de Gregor Samsa, un comerciante de telas que sostiene a su familia, respetuoso con sus jefes, sometido a la rutina diaria y a la autoridad paterna, que una mañana se ve convertido inexplicablemente en un insecto repugnante. La sorpresa radica en que la transformación surge en medio de un universo regulado por las leyes del realismo. Esta metamorfosis va a quebrar la trayectoria vital del protagonista, a todas luces impecable y previsible: como consecuencia de la transformación, Gregor es víctima del horror, del asco y del mayor de los desprecios. Finalmente, muere asumiendo su misteriosa culpabilidad, sintiéndose derrotado. Después de la muerte de Gregor, la familia de éste vuelve a salir alegremente a la calle y renueva sus esperanzas de un mundo mejor.


La obra reúne varios sentidos: social, biográfico, existencial. Por un lado, expresa la visión que Kafka tenía de la sociedad como un poder anónimo, sin forma, que oprime y aplasta al individuo. Por otro, recoge también su concepción pesimista de la existencia. Ambos aspectos se integran en el carácter autobiográfico de la obra.  

Carácter autobiográfico: Tradicionalmente se interpreta La metamorfosis como un trasunto de la vida de su autor. Y es que, en efecto, son numerosos los aspectos que se pueden reconocer: el padre autoritario, los empleos, el cuidado por parte de su hermana cuando enfermó de tuberculosis, el aspecto repulsivo con que Kafka se veía a sí mismo y hasta la frase que su padre le dedicó una vez ("eres un mal bicho"), expresándole su desprecio. También su ideología está presente en la obra: para Kafka, gran defensor de las clases obreras y de las ideologías socialistas, la realidad burguesa de principios del XX y la lucha por el éxito económico, social y político del capitalismo no eran más que una degradación del hombre, una manifestación del erróneo camino en el que éste se había encarrilado. De todo el mundo es conocida la extraña relación que mantenía el escritor checo con su padre, Hermann Kafka. En este aspecto, como en otros muchos incluidos en la novela, es importante interpretar la obra a la luz del resto de escritos de Kafka. En su “Carta al padre”, escrita en 1919, Kafka pone por escrito todas sus desavenencias con la figura de su padre, Hermann Kafka. En esta carta Kafka se autodenomina, por boca de su propio padre, como un gusano o un parásito que clava el aguijón y vive de la sangre del padre. Un antecedente más del símbolo del insecto, protagonista de La metamorfosis.

Sentido social: uno de los motivos que se han señalado como fundamentales en la obra completa de Kafka es el de la humillación del hombre ante un poder autoritario que, con la relación jerárquica que establece, lo somete y degrada. Esta autoridad se manifiesta en la novela de formas diversas: 

- Por un lado, el sistema social inclemente y autoritario se materaliza en la figura del encargado del almacén para el que trabaja Gregor, quien, por orden del jefe, se presenta en la casa del protagonista apenas lo echan de menos. Es un impertinente que no siente ninguna compasión por Gregor, al que aún todos creen algo enfermo, ni trata de ayudar a un empleado que hasta ahora ha sido un trabajador modélico. Cuando Gregorio se muestra en su horripilante nuevo estado, el gerente huye despavorido y ya nada volvemos a saber de él. Si Gregor no está en condiciones de trabajar, deja de existir para sus jefes, nadie pregunta por él, nadie se ofrece a echar una mano a la familia en apuros.

- La familia Samsa, a pesar de sufrir bajo el yugo autoritario de otros, no resulta menos clemente con el personal que la sirve: si bien se muestra relativamente amable con la primera criada y la despide cuando ésta lo solicita, no tiene contemplación alguna con su sucesora, a la que trata con bastante desprecio. Del mismo modo, se muestran ridículamente solícitos con los inquilinos que acogen en su casa, a los que tratan con indigno servilismo.
- Por otro lado, el padre se muestra en principio como una figura indolente que no siente ningún reparo por engordar en su sofá mientras el hijo se desloma cada día por proporcionar a la familia una situación económica favorable, lo cual incluye asumir las deudas contraídas con anterioridad por el padre tras la quiebra del negocio que regentaba. Pero Gregorio no se queja. Poco después veremos al padre vestido con su uniforme de botones dorados. Sigue, mostrándose con rasgos caricaturescos, con su panza y su obstinación en permanecer en la sala de estar a pesar del sueño, cada noche. Ese uniforme subraya la autoridad de que está investido como cabeza de familia. 
 - Algunos elementos más vendrían a ser simbólicos de la autoridad que se ejerce sobre el individuo, como las puertas con llave, por ejemplo, que Gregorio no posee la habilidad de abrir o cerrar, por lo que depende de la voluntad de los otros para moverse libremente.



Sociedad y soledad: La soledad que angustia, y que estoicamente soporta el personaje, no se reduce sólo al ámbito familiar. Gregorio confiesa no tener amigos; sus compañeros de trabajo probablemente ni siquiera conocen su nombre; su único amor fue "una señorita a la que había cortejado con entusiasmo". Pero Gregorio no es el único que está solo: la familia no tiene a quién acudir y ni siquiera se plantea la posibilidad de recabar ayuda o apoyo. Las sirvientas son simples empleadas que, como vienen, se van. La familia tiende a abrazarse a medida que avanza la tragedia: madre e hija llevan a rastras a su padre; el padre se sitúa delante de la hija, con los brazos abiertos, para "protegerla" del insecto; la hija solloza en brazos de la madre. Unos y otros se sostienen físicamente ante la desgracia. Sin embargo, no puede decirse que, salvo en unas pocas ocasiones, nos conmuevan esas muestras de afecto. En general, predomina el silencio, el aislamiento, la soledad a la que de antemano parecen haberse rendido todos los personajes de la novela.


Egoísmo: Desde las primeras páginas pesa más sobre los personajes la necesidad de encontrar una fuente de ingresos que sustituya el sueldo de Gregorio, que la desgracia que le ha ocurrido a éste. Incluso el protagonista dedica sus primeras reflexiones a cómo sobrevivirán los suyos si él no se levanta para ir al trabajo. La mezquindad se advierte en la falta de agradecimiento hacia Gregorio y en la ocultación que se le había hecho de los ahorros que la familia había reunido a costa de su trabajo, a pesar del evidente sobreesfuerzo que para él suponía tener que cargar con las deudas antiguas del padre. También hay mezquindad oculta en la facilidad con que todos encuentran trabajo tras la transformación de Gregorio, pues se deja ver que, si no lo hicieron antes, fue por puro egoísmo. Por último, también los inquilinos, al descubrir la presencia de Gregorio, que no parece asustarlos ni ofenderlos lo más mínimo, aprovechan la ocasión para declararse falsamente escandalizados y anunciar su intención de no pagar a sus caseros e incluso sugieren la posibilidad de demandarlos para obtener un beneficio.


Sentido existencial: Impuesta en el protagonista desde el inicio de la obra, la condena resalta el carácter dramático del personaje. La primera frase de la novela ("Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto.") se puede interpretar como el hecho de que el ser humano ya está condenado desde su origen y que su existencia en sí ya es una condena. Gregorio, al verse transformado, reacciona con cierta indiferencia que denota la aceptación de su nuevo estado. Es la señal de que, víctima de la existencia, el hombre prevé su maldición, asumiendo el inexorable destino que le aguarda por ninguna otra culpa que el simple hecho de existir. Sin embargo, Gregor se empeña en buscar una culpa, algún motivo para su desgracia, como el asfixiante ritmo de vida que lleva, el levantase tan pronto todos los días, o el haberse quedado esa misma mañana demasiado tiempo cavilando tonterías. Estos motivos podrían ser una manifestación del acelerado ritmo de vida occidental, desquiciante y exagerado, que mantendría a las clases medias en un sistema antihumano, un mecanismo engrasado a base de abusos, de injusticias y de sistemas coercitivos que encadenan al individuo.


La vergüenza: Uno de los aspectos más dramáticos de la actitud de Gregorio es la vergüenza. La siente cuando se ve convertido en insecto, cuando ve que su propia madre se lamenta, entre lágrimas, al ver a su hijo transformado en un monstruo. La decepción de los seres queridos le atormenta. Sin mediar palabra, se convierte en el enemigo o, más bien, en el punto de mira, en el objetivo sobrante, una lacra a erradicar que, por su ineficacia, no puede eliminarse a sí misma. Gregorio ya no quiere salir nunca más de su habitación, ve cómo todo su mundo se desvanece ante su impotencia. Esta vergüenza existencial anula su voluntad, sumiéndola en un pozo de incomprensión y de desesperación. Gregorio ya no puede elegir su destino, su familia elige por él, y se convierte en un objeto inútil y al que hay que mantener. El personaje está totalmente encadenado a una realidad insoportable cuya posibilidad de existir se desvanece progresivamente, diluyéndose en un cuerpo sin alma.


La muerte: la muerte física no se corresponde con la muerte moral. Así, Gregorio ya estaba muerto antes de que su corazón de insecto dejara de latir, había vivido muerto. Finalmente, muere, pero es una muerte salvadora, de sosiego y de calma.


2.2 Analice los aspectos formales del texto:



La monstruosa transformación de Gregorio Samsa es narrada por Kafka con total objetividad y detallismo, rasgos que también encontramos en el resto de sus obras. 

Esta objetividad se manifiesta en el narrador omnisciente en tercera persona. Sin embargo, Kafka escribe desde la perspectiva del personaje protagonista. De este modo, se confunde enteramente con su criatura: el novelista desaparece, queda el personaje ante un mundo absurdo con el que tiene perdida la batalla de antemano. Ni siquiera se molesta en describirnos a su creación, ni el entorno en que se desenvuelve: Gregorio es descrito después de operarse su transformación, cuando es imprescindible para el relato, pero no antes. Todo ello no hace sino agudizar en nosotros la angustia y la indefensión que desea transmitirnos.


La acción se desarrolla en tres partes, que se corresponden con la estructura tradicional de una narración. El planteamiento incluye la mañana de la transformación de Gregorio y las reacciones de la familia y la empresa. El nudo es la narración de la vida cotidiana de Gregorio, ya convertido en insecto, y los esfuerzos de todos por adaptarse a la nueva situación. El desenlace explica el rechazo final de la familia y la muerte de Gregorio. En él podemos distinguir un clímax -la muerte de Gregorio- y un posterior anticlímax: el alivio de su familia.

El relato transcurre de manera lineal, sin digresiones ni retrospecciones que la interrumpan. El marco escénico es un espacio cerrado, opresivo: el cuarto de Gregorio, que va perdiendo además sus elementos humanos al mismo tiempo que el protagonista.

En cuanto al estilo, es ajeno a toda retórica o embellecimiento superfluo. Narra de una forma directa, sin rodeos, centrándose en el mensaje que intenta comunicar, para el que, dada su fuerza humana, no necesita adornos. Predomina el estilo verbal sobre el nominal, debido al dinamismo con el que transcurre la obra y a la escasa importancia que se le concede a la descripción minuciosa del entorno. La atención se dirige hacia las acciones y los personajes. En cuanto a los procedimientos discursivos, predomina la narración, complementada por diálogos y descripciones. Como contrapunto, aparecen las reflexiones de Gregorio.

Los recursos literarios no son abundantes. Destacan las hipérboles, las interrogaciones retóricas y, especialmente, el simbolismo, donde, además del valor simbólico del propio relato, muchos elementos adquieren también ese mismo valor: las llaves, el reloj, la manzana, el clima... Por otra parte, el sueño y lo onírico desempeñan un papel fundamental en su obra. Sus personajes se encuentran muchas veces -como Gregor en este caso- en una situación que, por lo absurda, parece soñada, aunque es real.


2.3 Comente la producción literaria del autor con especial atención a la obra seleccionada:



Franz Kafka nació en 1883 en Praga, en el seno de una familia judía. Aunque su idioma materno fue el alemán, Kafka aprendió también el checo. Estudió Derecho en la Universidad de Praga. Después de sus estudios, en 1907 ingresó como pasante en una agencia italiana de seguros; fue entonces cuando comenzó a escribir. Al año siguiente obtuvo un contrato fijo en otra agencia. En 1917 se le diagnosticó tuberculosis, lo que le obligó a mantener frecuentes periodos de convalecencia. 

Fundamental en su vida es la relación con su autoritario padre. En la intimidad, éste no dejó nunca de menospreciar a su hijo. De ese conflicto declaró el propio Kafka que procedía toda su obra, incluyendo su célebre Carta al padre, nunca publicada en vida. También fue determinante su relación tormentosa con varias mujeres. En 1923 se trasladó a Berlín, con la esperanza de distanciarse de su familia y centrarse en su obra. El estado de salud de Kafka empeoró sensiblemente en años posteriores con el avance de la enfermedad. Tras estancias en sanatorios y un tiempo en Berlín, regresó a Praga y posteriormente fue internado en un sanatorio cerca de Viena para recibir tratamiento, donde murió en 1924.

Kafka sólo publicó algunas historias cortas durante toda su vida, una pequeña parte de su trabajo, por lo que su obra pasó prácticamente inadvertida hasta después de su muerte. Con anterioridad a su fallecimiento, dio instrucciones a su amigo Max Brod de que destruyera todos sus manuscritos, pero este no hizo caso y supervisó la publicación de la mayor parte de los escritos que obraban en su poder. La compañera final de Kafka, Dora Diamant, cumplió sus deseos, pero tan solo en parte, pues guardó en secreto la mayoría de sus últimos escritos, incluyendo 20 cuadernos y 35 cartas, hasta que fueron confiscados por la Gestapo en 1933. Actualmente prosigue la búsqueda de estos papeles a escala internacional.

Estas circunstancias, junto a la obsesiva autoexigencia del autor, explican el escaso número de obras de Kafka publicadas en vida: La condena (1912), En la colonia penitenciaria (1914), La metamorfosis o La transformación (1915) y las colecciones de relatos Contemplación (1913) y Un médico rural (1917), además de numerosas cartas. Tras su muerte se publican sus novelas extensas El proceso (1925), El castillo (1926) y América (1927); estas dos últimas inconclusas.



En su obra, a menudo el protagonista se enfrenta a un mundo complejo, que se basa en reglas desconocidas que nunca llega a comprender. El adjetivo kafkiano se utiliza precisamente para describir situaciones similares. Sus temas son recurrentes: el conflicto generacional entre padres e hijos, la imposibilidad de realizarse como individuos en una sociedad gobernada por el azar y la relación del hombre con un poder absurdo, anticipo del horror de los totalitarismos que surgirían poco después en Europa. 

Los escritos de Kafka pronto comenzaron a despertar el interés del público y a obtener alabanzas por parte de la crítica, lo que posibilitó su pronta divulgación, hasta el punto de que marcaría el proceso posterior de la literatura del siglo XX. La mayoría de los escritores y críticos del siglo XX han hecho referencias a su figura. Ha habido multitud de estudiosos que han intentado encontrarle sentido a su obra, interpretándola en función de todos los puntos de vista posibles: filosófico, literario, psicoanalítico, religioso o sociológico. En cualquier caso, se trata de una de las figuras capitales de la literatura y de la cultura contemporáneas. 

En cuanto a la relación del autor con otras manifestaciones artísticas, la más importante es su papel como precursor del existencialismo. Se trata de una de las corrientes filosóficas y literarias más importantes del siglo XX. Se caracteriza por la idea de que la única realidad del hombre es su existencia y que, por tanto, está abocado a la muerte. La vida es absurda porque carece de un sentido trascendente. Esto conlleva un sentimiento de angustia y desolación.

El existencialismo alcanza su máxima importancia tras la II Guerra Mundial, en Francia, con autores como Sartre o Camus. Algunos de los temas o símbolos de estos autores están directamente vinculados a Kafka, y especialmente a La metamorfosis: es el caso de La náusea de Sartre, o el extrañamiento del protagonista de El extranjero de Camus, que recuerdan a la inexplicada transformación de Gregorio Samsa y su aislamiento familiar y social. Ideas y sentimientos como la culpa, la vergüenza, la condena o el absurdo, típicos del existencialismo, se encuentran ya en Kafka.

También puede relacionarse al autor con otros movimientos de vanguardia contemporáneos: la importancia de lo onírico, la sensación de vivir un sueño, recuerda a los planteamientos del surrealismo. Por otra parte, la deformación de la realidad hasta extremos grotescos es similar a la estética del expresionismo, movimiento al que ha sido frecuentemente vinculado. 



2.4 Sitúe al autor en su contexto histórico-literario:



La vida y la obra de Kafka se sitúan en uno de los periodos más complejos y conflictivos de la historia: la primera mitad del siglo XX. A lo largo de este periodo los acontecimientos se suceden a gran velocidad y se produce una transformación en todos los órdenes: político, social, económico, ideológico y artístico. Podemos distinguir dos etapas diferentes: hasta la I Guerra Mundial se produce la llamada crisis de fin de siglo, una crisis general provocada por el estallido de las tensiones acumuladas a lo largo del XIX, que terminará suponiendo el final de la sociedad burguesa y de todos sus valores y desembocará en el estallido de la I Guerra Mundial, en 1914. Con el final de este conflicto empieza verdaderamente la historia contemporánea.

     Tras el fin de la guerra en 1918, comienza el periodo de entreguerras. Se inicia con una etapa de gran recuperación económica -los felices años 20- que oculta el recrudecimiento de las tensiones ideológicas provocado por el desarrollo de ideologías totalitarias y la pérdida de credibilidad del sistema democrático. El crecimiento económico se deshace en el crack de 1929, la mayor crisis en la historia del sistema capitalista. Sin el soporte de una economía próspera, se endurecen los enfrentamientos ideológicos. El nazismo toma el poder en Alemania en 1933 y la II Guerra Mundial estalla en 1939.

    Ambas etapas se caracterizan, por tanto, por un contexto de crisis. Los acontecimientos no son amables con el hombre, que acaba adquiriendo una visión pesimista y desencantada de la realidad y también del sentido -o de la falta de sentido- de su propia existencia. Se impone el pensamiento irracionalista y vitalista, iniciado ya en el XIX por Kierkegaard, Schopenhauer y Nietzsche. La realidad se entiende como algo dinámico que no puede ser apresado por la razón. El culmen de estas concepciones ideológicas es el existencialismo: para los filósofos existencialistas, como Martin Heidegger, la esencia del hombre se reduce a su existencia. Estamos arrojados al mundo sin ninguna razón y abocados a la muerte. 

   A lo largo de toda esta etapa, la novela va a experimentar profundos cambios. Este género ya no puede ser una simple sucesión de hechos objetivos narrados linealmente. Ahora los novelistas se preocupan más por otros aspectos como el lenguaje o la estructura: se trata de una novela más formalista que la anterior. Además, se abandona la narración omnisciente a favor de otros modelos de punto de vista: narrador objetivo, contrapunto, multiplicidad de puntos de vista... Y se introducen nuevas técnicas encaminadas a la expresión de la interioridad, como la corriente de conciencia o monólogo interior.

     De manera similar a la etapa realista, la novela sigue siendo el género más destacado durante esta primera mitad del siglo XX. Autores fundamentales surgen en Europa y América. En Estados Unidos la renovación de las técnicas narrativas corre a cargo de Henry James, al que seguirá, ya en el periodo de entreguerras, la llamada "generación perdida" de Hemingway, Fitzgerald, Dos Passos y Faulkner. En Inglaterra destaca Virgina Woolf. En Alemania, Thomas Mann, Hermann Hesse y Franz Kafka, quien, aunque es checo, escribe en alemán. Los dos principales novelistas son el francés Marcel Proust, autor de la monumental En busca del tiempo perdido, y el irlandés James Joyce, autor del Ulises, considerada la novela más importante del siglo XX.



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