Juan Ramón Lodares (en la foto) fue profesor de Filología en la Universidad Autónoma de Madrid hasta su temprano y lamentable fallecimiento en accidente de tráfico. Uno asistió a sus clases (de Fonología histórica y de un curso de doctorado) que recuerda amenas y provechosas. Fue autor de varias monografías sobre la historia y la situación de la lengua española (El paraíso políglota, Gente de Cervantes, Lengua y patria, El porvenir del español). Escribió también varios artículos como el que sigue. El texto se publicó en el diario El País en 2004.
No se sorprenderán si les digo que el turismo es una de nuestras primeras industrias. Pero ¿adivinan qué sector hay cuyos servicios producen en España un porcentaje de riqueza similar al turístico? Pues nuestro idioma común. Sí, eso mismo, la lengua española. No es difícil entender el porqué: el idioma es un recurso aparentemente inmaterial, sin embargo, no hay actividad económica o mercantil donde no promedie. Dado que las comunicaciones se han desarrollado vertiginosamente en los últimos años, esos medios elementales de comunicación que son las lenguas se han instalado en el centro mismo de la actividad productiva y comercial. Es más, a menudo la agilizan porque actúan como una marca, una etiqueta, una imagen que representa un ámbito libre de las fronteras políticas y de los aranceles que trazan los estados: spanish, espagnol, espanhol, spagnolo, spanisch, spanska... define a un ámbito internacional de 12.207.000 km2 (solo superado por los ámbitos inglés, francés y ruso; unidos al nuestro, los cuatro abarcan lingüísticamente el 67% de la superficie terrestre). Es asimismo un ámbito con cerca de 400 millones de hablantes natos, más 60 millones de personas que lo hablan o estudian como segunda lengua, un código de comunicación que es oficial en numerosos organismos internacionales y cuya actividad negociadora en EEUU, Europa e Hispanoamérica (por orden de rentabilidad) produce unos 500.000 millones de dólares anuales. Un interesante producto, en fin, asociado a esa precisa marca y a esa precisa imagen: español.
Una gran comunidad lingüística se constituye porque previamente se ha tejido una red de intereses económicos que fluyen mejor a través de un código común. Pero una vez establecida la lengua común, ésta se transforma en valor estratégico de primer orden al facilitar la circulación del trato comercial. Hay una simbiosis entre economía y lengua. Éste es el caso de las grandes lenguas comunes occidentales como el francés, el inglés, el alemán, el portugués y, por supuesto, el español: si nuestra lengua ha experimentado un desarrollo multinacional muy considerable desde mediados del siglo XVIII hasta hoy, ha sido porque los hispanoamericanos la consideraron como la única lingua franca posible para el desarrollo humano y económico de sus nacientes repúblicas en un momento en que sólo uno de cada tres americanos hablaba español.
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