jueves, 19 de enero de 2012
Dos sonetos de Borges
El individuo de la foto que escribe con tanta dificultad, aquejado ya de problemas de visión, fue Jorge Luis Borges. No le recordabais hoy en clase, a pesar de que ya habíamos mencionado uno de sus cuentos (Funes el memorioso) cuando discurríamos, allá por octubre, sobre los límites del concepto y del lenguaje. El año pasado se cumplió el veinticinco aniversario de su muerte en Ginebra (lejos de su Buenos Aires querido), por lo que le debíamos un homenaje que llega, como casi siempre, tarde.
Aunque sé estaréis entretenidos buscando atributos en su descripción del mono de tinta (p. 124), si a esta hora de la tarde no hayáis en qué ocuparos, podéis leer estos dos sonetos suyos. Podéis ampliar información en el siguiente vínculo.
ALL OUR YESTERDAYS
Quiero saber de quién es mi pasado.
¿De cuál de los que fui? ¿Del ginebrino
que trazó algún hexámetro latino
que los lustrales años han borrado?
¿Es de aquel niño que buscó en la entera
biblioteca del padre las puntuales
curvaturas del mapa y las ferales
formas que son el tigre y la pantera?
¿O de aquel otro que empujó una puerta
detrás de la que un hombre se moría
para siempre, y besó en el blanco día
la cara que se va y la cara muerta?
Soy los que ya no son. Inútilmente
soy en la tarde esa perdida gente.
EL REMORDIMIENTO
He cometido el peor de los pecados
que un hombre puede cometer. No he sido
feliz. Que los glaciares del olvido
me arrastren y me pierdan, despiadados.
Mis padres me engendraron para el juego
arriesgado y hermoso de la vida,
para la tierra, el agua, el aire, el fuego.
Los defraudé. No fui feliz. Cumplida
no fue su joven voluntad. Mi mente
se aplicó a las simétricas porfías
del arte, que entreteje naderías.
Me legaron valor. No fui valiente.
No me abandona. Siempre está a mi lado
La sombra de haber sido un desdichado.
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