domingo, 21 de febrero de 2016

Tema 11.- Principales novelistas europeos del siglo XIX


Durante la primera mitad del sigo XIX, aunque el Romanticismo seguía impregnando el espíritu de la novela, se irá imponiendo la corriente denominada Realismo: los escritores no se proponen imitar las obras grecolatinas como en el Clasicismo, sino los originales de la naturaleza, sin  necesidad de exaltar las emociones, ni de situar las acciones en lugares o tiempos remotos como en la novela histórica romántica. A mediados del siglo XIX predominan ya en los medios artísticos europeos los rasgos estéticos del Realismo, que evolucionará hacia el Naturalismo en el último tercio del siglo XIX en Francia. 

 El paso del Romanticismo al Realismo en Francia lo encarna mejor que nadie la figura de  Henry Beyle (1783-1842), más conocido por su seudónimo, Stendhal. En sus libros de viajes  por Italia y en su biografía (Memorias de ultratumba) el impulso vital romántico es todavía dominante, a pesar de lo cual considerado como un precursor del Realismo por sus novelas, donde el sentimentalismo se difumina por el afán de reflejar, como en un espejo, la vida y la sociedad. De hecho, se le considera uno de los novelistas fundamentales del siglo XIX por el realismo y la penetración psicológica, así como por la novedad que supone la narración directa y objetiva. Gracias al uso de la del monólogo, el lector sigue los movimientos del pensamiento de los personajes, sus dudas y su visión del mundo.  El rojo y el negro (1830) narra el fallido intento de ascenso social y de conquista de la propia felicidad por parte de Julián Sorel, un personaje de clase humilde que se convierte en un símbolo del rebelde inconformista ansioso por huir de su estatus social. Stendhal traza una radiografía de la hipócrita sociedad burguesa de su época.  


Balzac, autor de La comedia humana
Sin embargo, el gran creador de la novela realista fue Honore de Balzac (1799-1850). Su   estilo, romántico en sus primeras obras (folletines históricos) fue evolucionando en virtud de su poder de observación y su capacidad de descripción. Nacido en el seno de una familia burguesa, conocía bien esta clase social, cuyo ascenso se retrata en varias de sus novelas. Balzac fue un escritor prolífico. Publicó más de ochenta novelas, la mayoría de las cuales se sitúan en un gran conjunto que él mismo denominó La comedia humana. Este conjunto está formado por tres grandes bloques: estudios de costumbres (historia general de la sociedad), estudios filosóficos y estudios analíticos. Balzac tenía la ambición de componer un cuadro general de su época, que pretende describir exhaustivamente la sociedad francesa: sus clases, sus intereses, sus preocupaciones, sus tipos humanos...  Balzac intentó reflejar la mayor cantidad posible de escenarios y ambientes sociales, por lo que algunas novelas se agrupan por temas: hay novelas de vida privada, de ambientación parisiense; de la vida de provincias o de lala vida campestre. La técnica de Balzac queda definitivamente fijada en 1833 con la aparición de Eugenie Grandet, un análisis detallado de un medio y de una pasión, con una minuciosa descripción de decorados, personajes y caracteres. La novela narra la historia de un avaro que controla absolutamente su medio social y familia, especialmente a su hija, cuya relación con su primo arruinado constituye el otro eje narrativo. En Papá Goriot (1834), Balzac introduce la aparición sistemática de ciertos personajes de una novela a otra (como Eugéne de Rastignac), para mayor cohesión de La comedia humana, con casi tres mil personajes en conjunto. En la elaboración de estos caracteres, Balzac encarna en los personajes determinados elementos de carácter (la avaricia, la ingenuidad, la generosidad, el deseo, etc.). En el fondo, realiza una crítica severa de una sociedad fundamentada esencialmente sobre la desigualdad y la búsqueda de la liberación de las pasiones: amor, riqueza y poder. Los héroes de Balzac son observadores críticos y rebeldes, pero impotentes, que contemplan la corrupción moral y judicial en la que se encuentran (o incluso participan de ella).

Con Gustave Flaubert (1821-1880), el Realismo llega a su cumbre. Escribió solo un pequeño número de obras, minuciosamente elaboradas durante años. Desde 1851, la existencia de Flaubert es la historia de un inmenso trabajo solitario. Entre 1851 y 1856 escribió Madame Bovary, publicada por entregas en La revue de Paris, y en 1857 en volumen. La novela  obtuvo un importante éxito de público, gracias en parte al escándalo del proceso judicial al que se vio sometida. La originalidad del libro residía en su antirromanticismo, tanto ideológico (el desengaño de los ideales de la protagonista) como formal (la adopción de un método de trabajo documental y de un estilo  objetivo). La novela se centra en la figura de Emma Bovary, mujer insatisfecha que no renuncia a sus sueños. La novela convierte en materia central el reino de la mediocridad, el universo gris del hombre sin cualidades. Por otra parte, para volver bello lo que hasta entonces parecía un tema antiartístico, Flaubert se valió del cuidado obsesivo de la forma. En cuanto a la técnica narrativa, destaca la importancia que tiene el estilo indirecto libre para disimular la presencia del narrador omnisciente y así dar autonomía a lo narrado. En 1862 publicó Salambó, novela histórica sobre la antigua Cartago que pasó inadvertido y el autor volvíó a la novela de costumbres contemporáneas reescribiendo su primera novela, La educación sentimental, especie de Madame Bovary en versión masculina, con un protagonista que sueña con la gloria, pero que desperdicia su vida en situaciones mediocres.
El célebre J´accuse de Zola
                                 
El último gran narrador francés del siglo fue Émile Zola (1840-1902), el iniciador del Naturalismo. Siguiendo el ejemplo de Balzac, escribió una serie de veinte novelas, Los Rougon-Macquart, historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio, centrada en las distintas ramas de una familia en el periodo histórico que va de 1848 a 1871. Zola trata de demostrar  el peso de la herencia en la conducta humana, por lo que 
en esta serie abundan las novelas de tesis. En ellas, los personajes están determinados por su herencia biológica, por el ambiente social y por el momento histórico, sin que el individuo pueda hacer nada contra las condiciones que lo determinan. Sus novelas suelen centrarse en un aspecto concreto. Naná trata sobre la prostitución como vía de escape de las mujeres más desfavorecidas y Germinal desarrolla las luchas y protestas sociales de la emergente clase proletaria. Este autor fue el blanco de las críticas de los conservadores por su defensa de las clases bajas y de la Iglesia por su determinismo social. Émile Zola se convirtió en el primer intelectual comprometido por su implicación en causas sociales reales como el caso Dreyfus, un oficial judío acusado de traición que Zola defendió en su célebre articulo Yo acuso, que le obligó a refugiarse en Inglaterra hasta 1900.

Dickens hacia 1850
En Inglaterra, la figura más relevante fue Charles Dickens (1812-1865), cuya difícil infancia no le impidió llegar al éxito. Se le considera en su país un clásico, el creador de una novela inserta en su sociedad, que se convirtió en un género de masas. Su primer libro, Los papeles póstumos del Club Pickwick (1837) surgió de los textos que escribió para las ilustraciones que aparecían en un periódico por entregas, como una parodia de la novela inglesa de viajes. Su principal aportación es la novela social, popularizada por sus versiones cienmatográficas, como es el caso de Oliver Twist (1839), en la que nos relata la historia de un niño envuelto en el mundo del hampa de los barrios bajos londinenses. Destaca también David Copperfield (1850), buen ejemplo de novela de formación o bildungsroman, en buena medida autobiográfica, ya que Dickens tuvo que trabajar a los doce años como aprendiz en una fábrica de betún. En Tiempos difíciles (1854) presenta un cuadro sombrío de la vida en una imaginaria ciudad industrial inglesa a mediados del siglo XIX. Una constante en la obra de Dickens es la idealización y el sentimentalismo que impregnan sus historias, en contraste con la dureza de las situaciones, de forma que  denuncia la desigualdad social y la pobreza.


La literatura rusa de la segunda mitad del siglo XIX es realista y muestra, como en el resto de Europa, una gran predilección por la novela. A menudo refleja las causas de las desgracias sociales y penetra en el mundo de unas clases nuevas y de personas que se encuentran en una situación totalmente diferente y perturbadora. El iniciador del realismo ruso fue Nikolai Gogol (1809-1852). Su novela más famosa, aunque inacabada, es Almas muertas,  y narra los viajes por Rusia del protagonista, un estafador que compra a los terratenientes los siervos que han fallecido, para así cobrar subsidios del Estado. La travesía del protagonista Chichikov sirve a Gogol para mostrar con un  sentido del humor ácido la miseria del campesinado ruso. Por su parte, la obra de Fiodor Dostoievski (1821-1881) se caracteriza por la hondura de los problemas existenciales que plantea y por la complejidad psicológica de sus torturados personajes, enfrentados a su propia conciencia, al destino, a la vida o a Dios. Las obras más destacadas de Dostoievski son Crimen y castigo (1866), El idiota (1869) y Los hermanos Karamázov (1880). Crimen y castigo es una novela policiaca: un asesinato preparado como un crimen perfecto, un detective refinado, un delincuente abrumado por los remordimientos, y episodios adyacentes que abren perspectivas sobre la miseria moral y material del hombre. El personaje central de la obra es un estudiante, Raskolnikov, que, empujado por la miseria y creyéndose una especie de superhombre situado más allá del bien y del mal, mata a una usurera. Después del asesinato sufre ataques de paranoia y, finalmente, acusándose a la policía inicia el camino de la resurrección moral.

Tolstoi anciano
Para terminar, Lev Nikoláevich Tolstoi (1828-1910) fue un aristócrata que cambió de vida para entregarse a un ideal cristiano y espiritual y, desde 1860, dedicarse a la creación litearia. Su más vasta novela, Guerra y paz (1869), es la crónica de dos familias nobles sobre el trasfondo de las campañas napoleónicas; aunque su novela más conocida es Ana Karenina (1877), sobre los amores de la mujer de un alto funcionario de la administración imperial. A raíz de un viaje a Moscú, Ana conoce al oficial Vronsk, del que se enamora perdidamente. Ana queda embarazada y confiesa la infidelidad a su marido, que la perdona. Durante una temporada, vícitima de los remordimientos, intenta huir de Vronsk, pero un día se reencuentran y renace una pasión intensa. No obstante, Ana duda cada vez más de que haya actuado correctamente y, consumida por estos pensamientos, decide poner fin a su vida arrojándose a la vía del tren. A pesar de que la obra pueda parecer una simple historia sentimental con final trágico, no se puede obviar la voluntad moralizadora de Tolstoi, que critica la hipocresía dominante en la aristocracia de la época. 



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