lunes, 16 de mayo de 2016

"Kubla Khan: poema y comentario" (nuevo)

"Kubla Khan, o la visión de un sueño"


En Xanadú, Kubla Khan
se hizo construir un espléndido palacio de recreo:
allí donde el Alfa, el río sagrado, corría
por cavernas inmensurables para el hombre,
hacia un mar sin sol.
Dos veces cinco millas de suelo fértil
se cercaron de muros y torres:
había jardines que resplandecían con arroyos sinuosos,
y donde florecían muchos árboles del incienso,
había bosques, tan viejos como las colinas
que envolvían prados verdes y soleados.

Mas, oh ¡aquella sima romántica y profunda que sesgaba
la verde colina a través de un manto de cedro!
¡Un lugar salvaje! ¡Tan santo y encantado
como cualquiera donde, bajo la luna menguante, se apareció
una mujer, lamentándose por su amado demonio!
Y de esta sima, que hervía en incesante estruendo,
igual que si respirase la tierra con resuellos hondos y agitados
brotó en un momento un poderoso manantial:
en mitad de cuya repentina e intermitente explosión
saltaron enormes fragmentos, como granizo que rebota
o como el grano al separarse de la paja bajo el mayal del trillador:
y en medio de las danzantes rocas, de súbito y para siempre,
surgió en un momento el río sagrado.
Formando meandros durante cinco millas, con laberíntico curso
discurría el río sagrado, a través de bosques y valles,
alcanzaba luego las cavernas inmensurables para el hombre,
y se hundía tumultuoso en un océano sin vida:
¡y en medio de ese tumulto, Kubla oyó a lo lejos,
voces ancestrales que profetizaban guerra!

La sombra del palacio de recreo
flotaba en mitad de las olas,
donde se oía la cadencia mezclada
del manantial y las cuevas.
¡Era un milagro de rara invención,
un soleado palacio de recreo con cuevas de hielo!

Una muchacha con un dulcémele,
vi, cierta vez, en una visión:
era una doncella abisinia
y, tocando su dulcémele,
cantaba acerca del monte Abora.
Si pudiera revivir dentro de mí
su armonía y su canción,
me llenaría de tan profundo deleite,
que, con música alta y prolongada,
construiría ese palacio en el aire,
¡aquel palacio soleado, aquellas cuevas de hielo!
Y cuantos escucharan los verían aparecer,
y todos exclamarían: ¡Cuidado, cuidado!
¡Sus ojos refulgen, su cabello flota!
Tejed un círculo a su alrededor tres veces,
y cerrad los ojos con temor santo,
pues él se ha alimentado de rocío de miel,
y ha bebido la leche del Paraíso…

(Traducción de Arturo Agüero Herranz)

1.- Exponga el contenido del fragmento y relaciónelo con la totalidad de la obra.
 La voz poética presenta al lector dos visiones. La primera, el relato de la construcción del palacio ordenada por Kubla Khan, así como la descripción del mismo y su entorno; la segunda, la aparición de una doncella vinculada a la creación poética. Ambas visiones se ambientan en un oriente antiguo y mágico.
   Las dos primeras partes describen el área de Xanadú, donde Kubla Khan mandó construir un palacio sin igual. Se trata, por tanto, de una topografía en la que abundan imágenes sensoriales: a un lado está el palacio con los bosques artificiales, cuevas de hielo y jardines; en el lado opuesto, lo natural: colinas, bosques, cavernas, fuente... El círculo perfecto que representan las murallas está dividido por el río. Kubla Khan, que representa el poder absoluto en ese mundo lejano y desconocido, crea ese paraíso en emulación del poder divino. La visión pacífica de Kubla Khan está acompañada por el ruido tumultuoso del río que se hunde en un mar sin sol  (¿la muerte, como en Jorge Manrique?) que se opone  a las cavernas donde se origina el río, el canal por donde se abre paso la nueva vida. El río parece representar el elemento destructivo, los impulsos primordiales del hombre hacia la guerra, es decir, lo contrario de la perfección creadora del palacio (y en medio del estruendo, oyó Kubla, lejanas, / las voces de otros tiempos, augurio de la guerra). La creación de Khan contiene energías opuestas, lo que puede controlar el hombre y es producto de su mente y lo que no puede controlar, como los impulsos subconscientes o el deseo de vida o la muerte.
En la última parte, la voz poética aparece como creadora de prodigios y portadora de un tesoro de gran valor: el lenguaje. Recrea una visión donde una muchacha cantaba al monte Aboré, lugar de creación perfecta. Si la voz poética pudiera revivir dentro de sí la música de la doncella, podría recrear  el palacio del placer y se convertiría en un visionario. Pero la visión del poeta no es solo privada, sino que se convierte en un encantamiento colectivo con el poeta como centro en el proceso de construirse mediante el poder mental de introspección y reconstrucción del mundo externo. Oye las voces ancestrales que vienen del origen y que traen las tradiciones y por último bebe la leche del paraíso y néctar de miel, el alimento de los dioses. Se presenta así la paradoja del acto de creación  con el lamento del poeta que en un sueño visionario elabora el poema perfecto, pero cuando despierta, lo olvida y pierde su oportunidad de expresar algo del orden divino. El sueño permanecerá cerrado para todos mientras no sea llevado al plano del lenguaje por el relato.

2.- Analice las características formales del fragmento. 
La fuerza expresiva de Coleridge se basa en la potencia de sus imágenes oníricas, así como en el ritmo musical de la composición, a partir de versos que no se ajustan a un patrón métrico definido, aunque predominan los versos largos, de arte mayor. La descripción se realiza mediante la acumulación de oraciones introducidas por la conjunción –y- (and en el original), lo que constituye al tiempo una anáfora y un polisíndeton. Para ilustrar la descripción recurre a símiles (como granizo que rebota /o como el grano al separarse de la paja; ); campos semánticos de la naturaleza (bosques, arroyos, colinas, prados, ríos) y de la arquitectura (palacio, muros, torres, cúpula); bien acompañados de una selección adjetivos evocadores (espléndido, sinuosos, romántica, ancestrales) y de oraciones de relativo (que sesgaba / la verde colina; colinas / que envolvían prados). Remata esta evocación de este imposible palacio con una paradoja y un oxímoron (un soleado palacio de recreo con cuevas de hielo) que se reformulará en la última parte (aquel palacio soleado, aquellas cuevas de hielo) en  una estructura bimembre que se utiliza también más abajo (Sus ojos refulgen, su cabello flota). El texto presenta variación de tiempos verbales, desde los pretéritos perfectos de la narrración  a los imperfectos de la descripción, a los condicionales de la última parte.    

3.- Comente la producción literaria del autor con especial atención a la obra seleccionada. "Kubla Khan, o la visión de un sueño", se publicó por primeraa vez en 1816, acompañado de un prefacio en prosa donde el autor describe el proceso de composición y cómo estos versos vinieron de un ensueño producido por el opio. Había estado leyendo antes una historia en que Kubla Khan – un antiguo Kan mongol-- dirigía la construcción de un nuevo palacio. Explica que mientras dormía tuvo una visión fantástica en la que compuso unos 200 o 300 versos. Cuando se despertó escribió  las dos primeras partes, luego fue interrumpido y no pudo recordar. Se piensa que la última estrofa que habla de la doncella Abisinia fue escrita tras la interrupción. Samuel Taylor Coleridge (1772 –1834) redactó la primera versión de este poema en 1798. El autor fue, junto a William Wordsworth, el líder del movimiento romántico en su país. Ambos poetas procedían de la región delos lagos al norte de Inglaterra, por lo que se les conoce como poetas “laguistas”.  En Cambridge, donde estudió entre 1791 y 1794, desarrolló una ideología revolucionaria en el plano político y religioso. En colaboración con Robert Southey planeó la fundación de una comunidad regida por principios democráticos (Pantisocracia), proyecto que nunca llevarían a la práctica.
Su amistad con Wordsworth se tradujo en la colaboración de ambos en un volumen de Baladas líricas (1798), que se convirtió en un hito de la poesía romántica inglesa; ese libro contenía los primeros grandes poemas de la escuela romántica, como por ejemplo la “Balada del viejo marinero”. Se trata del viejo marinero que retiene a otro, que iba a una boda, para contarle las penalidades padecidas en una nave en la que mueren y enloquecen todos sus tripulantes tras haber matado el marinero protagonista a un albatros. Su poesía es un preludio de lo que luego será el Surrealismo, sobre todo en el poema “Kubla Khan”, una visión alucinada que parece proceder del subconsicente , y en el poema “Desánimo: una oda”, un quejumbroso análisis de sentimientos al más puro estilo romántico de 1802. También escribió los destacados poemas “Christabel”, sobre una joven noble que cae bajo el sortilegio de una bruja, “Helado a medianoche” y “El ruiseñor”. Junto a Wordsworth en el mismo 1798 emprendió un viaje por la Europa continental del que regresó en 1800. Entre 1808 y 1819 dictó su famosa serie de conferencias sobre literatura y filosofía (durante este periodo Coleridge escribió también sobre religión y teoría política. En 1816 Coleridge se instaló en la residencia londinense de un médico admirador suyo, donde escribió su principal obra en prosa, Biographia Literaria (1817), una serie de disertaciones y notas autobiográficas sobre  diversos temas, entre las que destacan sus observaciones literarias.
            Coleridge, adicto al opio para aliviar el reumatismo, murió en 1834 en Londres. Sus contemporáneos lo alabaron por su criterio europeo, y hoy en día se le considera un poeta lírico y un crítico literario de primer orden. Su teoría de la poesía produjo una de las ideas centrales de la estética romántica: la imaginación poética como elemento mediador entre las diversas culturas modernas. Sus temas poéticos abarcan desde lo sobrenatural hasta lo cotidiano. Junto a Wordsworth y el poeta alemán  Novalis (el autor de los Himnos de la Noche fue contemporáneo y coetáneo suyo  1772-1801), se les debe considerar los fundadores del Romanticismo poético. Su influencia en la generación posterior del Romanticismo inglés fue muy destacada. El mismo Lord Byron se encargó de publicar el poema que acabamos de comentar en 1817. 

 4.- Sitúe al autor en su contexto literario e histórico. Se conoce con el término Romanticismo el movimiento cultural que se opone a los principios característicos de la Ilustración. La crisis de los seguros valores tradicionales, la despersonalización del individuo dentro de la nueva sociedad industrial, el auge del materialismo y la tecnificación conducen a dos actitudes opuestas: el rechazo de la nueva sociedad (sea añorando un pasado perdido, sea forjando mundos ideales) o la reivindicación de un progreso más acentuado que permita configurar una nueva sociedad en la que tengan cabida la fantasía, la espiritualidad, la libertad y la justicia (buen ejemplo es la Pantisocracia de Coleridge). El movimiento romántico creía en la superioridad de los sentimientos y exaltaba las emociones, prefiriendo la pasión a la razón. Aunque los orígenes del Romanticismo hay que buscarlos en el siglo XVIII en la filosofía y la cultura alemanas (el movimiento llamado Sturm und Drang), pronto caló en la juventud europea, especialmente en la inglesa, de final de siglo. Esta generación veía en la Revolución Francesa un modelo a seguir, consideraba la libertad un valor esencial, buscaba la emancipación del individuo y rechazaba la vida profesional burguesa y mostró un gran interés por la naturaleza, el marco que permitía al individuo reencontrarse, despertar sus sentidos y expresar sus sentimientos. Por encima de la razón, sintió interés por explorar el ámbito de la subjetividad, fuente de un conocimiento inexplorado, a veces a partir del  consumo de alguna droga, como es el caso de este poema, visión de un sueño  motivado por el opio. Igualmente característico del espíritu romántico es el gusto por ambientar sus obras lejos del propio tiempo y espacio que les tocó vivir. El romántico busca la evasión a épocas pasadas y lugares remotos (en nuestro poema, el lejano Oriente en la época medieval). Esta sensibilidad prerromántica se manifiesta bien pronto en Inglaterra con los poetas laguistas, Wordsworth y Coleridge. Influidos por los anteriores, los poetas de la segunda generación reciben el nombre de poetas satánicos o rebeldes; forman parte de ella dos grandes figuras de la lírica inglesa: Lord Byron (1788-1824), el poeta más carismático del movimiento, menos por su poesía que por su atractivo personal; y Percy Bysshe Shelley (1792-1822). Por razones cronológicas se adscribe a esta a John Keats (1795-1821), autor de la "Oda a un ruiseñor" y "Oda a una urna griega", a pesar de que su actitud  vital fue menos revolucionaria. En Europa, destacaron autores como Victor Hugo en Francia, Giacomo Leopardi en Italia y José de  Espronceda en España.












          


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